7/05/2017, 14:40
—Si, soy genin de Amegakure. —Afirmó Aiko. —No llevo la bandana, pero porque ya llevo el símbolo de Ame en mi hombro.
Mientras nuestra conversación iba fluyendo me daba cuenta de que la chica me di cuenta de que era un poco extraña, ¿cómo no llevar la bandana? ¿acaso ocultaba algo? O sea sí, tenía el símbolo de Amegakure en el hombro, pero cualquiera pudo haberlo grabado. Traté de no darle muchas más vueltas al asunto y no volverme un poco paranoico con respecto a ese tema.
—Entonces somos colegas.— Comenté con una sonrisa, no obstante, no podía ir creyendo todo lo que dijera la gente por ahí. Mientras todo se desarrollase me encargaría de obtener mayor información.
Dejando a un lado el tema de la presentaciones, al parecer la pelirroja estaba agradecida de no encontrarse con algún pervertido o alguien mal intencionado en medio de la escarcha, ¿sería acaso algún tipo de cumplido? Aunque por muy inteligente que a veces podía llegar a ser, no estaba acostumbrado a descifrar mensajes de ese índole.
Seguí caminando adelante de ella y ya me estaba dando cuenta de que el camino sería bastante duro, no solo porque estaba resbaladizo sino porque iba a tener que ir gastando chakra mientras la superficie se tornase un poco menos peligrosa. Mientras seguíamos el único camino que teníamos en frente, se presentó una curva bastante cerrada que parecía hacernos volver y algo más se observo.
Me detuve perplejo al ver como una bola inmensa de pelos blancos parecía casi obstruir en su totalidad el camino, aún no había definido que animal era porque nos estaba dando la espalda, pero ciertamente era gigante y debía ser un poco aterrador. —Un conejo gigante!— Expresé un tanto asombrado, pero era más que evidente que no se trataba de ningún conejo, sino de un oso polar que tomaba la siesta.
Al instante en que emití el sonido, se sintió un eco y mi oración la pude escuchar tres veces más; me puse más pálido, incluso aunque estuviera cubierto por mi capa sentí como la piel se erizaba por el miedo de despertar a la bestia. —Tratemos de no hablar muy fuerte, no lo quiero despertar.— Susurré.
—Primero iré yo y luego tú, tenemos un espacio estrecho para pasar, esperemos que todo salga bien.— Expliqué el plan de acción, sí el oso se despertaba podría propinarle un okasho, pero ¿cuan fuerte era el cristal de esa caverna?
Caminé aún más lento del paso que traía para pasar por el borde derecho de la cueva, prácticamente deslizandome, entre lo posible, por la pared de la misma, tratando de no tropezar al animal.
Mientras nuestra conversación iba fluyendo me daba cuenta de que la chica me di cuenta de que era un poco extraña, ¿cómo no llevar la bandana? ¿acaso ocultaba algo? O sea sí, tenía el símbolo de Amegakure en el hombro, pero cualquiera pudo haberlo grabado. Traté de no darle muchas más vueltas al asunto y no volverme un poco paranoico con respecto a ese tema.
—Entonces somos colegas.— Comenté con una sonrisa, no obstante, no podía ir creyendo todo lo que dijera la gente por ahí. Mientras todo se desarrollase me encargaría de obtener mayor información.
Dejando a un lado el tema de la presentaciones, al parecer la pelirroja estaba agradecida de no encontrarse con algún pervertido o alguien mal intencionado en medio de la escarcha, ¿sería acaso algún tipo de cumplido? Aunque por muy inteligente que a veces podía llegar a ser, no estaba acostumbrado a descifrar mensajes de ese índole.
Seguí caminando adelante de ella y ya me estaba dando cuenta de que el camino sería bastante duro, no solo porque estaba resbaladizo sino porque iba a tener que ir gastando chakra mientras la superficie se tornase un poco menos peligrosa. Mientras seguíamos el único camino que teníamos en frente, se presentó una curva bastante cerrada que parecía hacernos volver y algo más se observo.
Me detuve perplejo al ver como una bola inmensa de pelos blancos parecía casi obstruir en su totalidad el camino, aún no había definido que animal era porque nos estaba dando la espalda, pero ciertamente era gigante y debía ser un poco aterrador. —Un conejo gigante!— Expresé un tanto asombrado, pero era más que evidente que no se trataba de ningún conejo, sino de un oso polar que tomaba la siesta.
Al instante en que emití el sonido, se sintió un eco y mi oración la pude escuchar tres veces más; me puse más pálido, incluso aunque estuviera cubierto por mi capa sentí como la piel se erizaba por el miedo de despertar a la bestia. —Tratemos de no hablar muy fuerte, no lo quiero despertar.— Susurré.
—Primero iré yo y luego tú, tenemos un espacio estrecho para pasar, esperemos que todo salga bien.— Expliqué el plan de acción, sí el oso se despertaba podría propinarle un okasho, pero ¿cuan fuerte era el cristal de esa caverna?
Caminé aún más lento del paso que traía para pasar por el borde derecho de la cueva, prácticamente deslizandome, entre lo posible, por la pared de la misma, tratando de no tropezar al animal.