7/05/2017, 20:36
El chico, que fue el primero en cruzar el tramo animalado, siendo que su hazaña casi queda en derrota ante un contacto leve con éste. Por suerte, el animal no sintió el gesto, quizás por el abultamiento de su grueso pelaje. A salvo pasando al animal, daba paso a que la chica lo imitase. Pero, ésta no optó por una opción tan comprometedora, lució exhibiendo su técnica y eludiendo por completo el contacto con el animal. Tras pasar al susodicho, el mogollón de hojas se volvió a agrupar, formando de nuevo el cuerpo de la chica.
Keisuke, quedó asombrado ante la singularidad de esa técnica. No pudo impedir mostrar su emoción, preguntando cómo lo había hecho. Lo susurró, pero quizás fue mas que suficiente para llamar la atención del tercer espectador —el señor oso.— que no dudó en preguntar también. Éste, bramó a un nivel que se salía de la escala humana, y hasta las estalactitas cayeron a causa de la resonancia.
Keisuke alcanzó a evadir dos de éstas lanzas de hielo, las cuales no tenían muy buenos propósitos para con él. Hacia la chica se arrojaron un total de 3, y ésta reaccionó también a tiempo, aunque lamentablemente una de éstas rozó su brazo zurdo, produciendo a la altura de su bicep un corte no demasiado profundo. —¡Ummmhh! —la chica contuvo el grito, gimiendo levemente. ¿Había sido dolor o placer? ¿Ambas? Realmente no lo sabía ni ella...
Ante el inminente ataque del oso, Keisuke no dudó en preguntar primero. Atacar o no, esa era la cuestión. El lugar sin duda no era de lo mas estable, un enfrentamiento allí sería incómodo a la par de peligroso. El oso estaba en su hogar, peleando por su territorio... No tenía nada que perder, así que no dudaría en atacar como berseker.
—¡No hará falta pelear! —sentenció la pelirroja. —Hay algo que los animales respetan mas que el territorio... el fuego.
Sin dudar un solo instante, la chica realizó una leve secuencia de sellos, tras la cuál tomó una fuerte bocanada de aire. —Katon: Gōkakyū no Jutsu —y un torrente de llamas salió de sus labios. La llamarada, flamigerante y viva, recorrió el piso de la cueva de lado a lado, marcando un muro de fuego que claramente el animal se pensaría si pasar o no. Sin duda, el fuego no duraría demasiado, pero seguro que hacía suficiente como para sacar los instintos mas primitivos del oso, huir por salvar la vida. Por supuesto, Aiko lanzó el katon con total propósito de no acertar al peludo. Dañar al pobre animal no estaba en sus prioridades, éste no les había hecho nada...
—¡Vayámonos antes de que ese oso atraviese el muro de fuego! —inquirió la chica, para después salir corriendo.
Keisuke, quedó asombrado ante la singularidad de esa técnica. No pudo impedir mostrar su emoción, preguntando cómo lo había hecho. Lo susurró, pero quizás fue mas que suficiente para llamar la atención del tercer espectador —el señor oso.— que no dudó en preguntar también. Éste, bramó a un nivel que se salía de la escala humana, y hasta las estalactitas cayeron a causa de la resonancia.
Keisuke alcanzó a evadir dos de éstas lanzas de hielo, las cuales no tenían muy buenos propósitos para con él. Hacia la chica se arrojaron un total de 3, y ésta reaccionó también a tiempo, aunque lamentablemente una de éstas rozó su brazo zurdo, produciendo a la altura de su bicep un corte no demasiado profundo. —¡Ummmhh! —la chica contuvo el grito, gimiendo levemente. ¿Había sido dolor o placer? ¿Ambas? Realmente no lo sabía ni ella...
Ante el inminente ataque del oso, Keisuke no dudó en preguntar primero. Atacar o no, esa era la cuestión. El lugar sin duda no era de lo mas estable, un enfrentamiento allí sería incómodo a la par de peligroso. El oso estaba en su hogar, peleando por su territorio... No tenía nada que perder, así que no dudaría en atacar como berseker.
—¡No hará falta pelear! —sentenció la pelirroja. —Hay algo que los animales respetan mas que el territorio... el fuego.
Sin dudar un solo instante, la chica realizó una leve secuencia de sellos, tras la cuál tomó una fuerte bocanada de aire. —Katon: Gōkakyū no Jutsu —y un torrente de llamas salió de sus labios. La llamarada, flamigerante y viva, recorrió el piso de la cueva de lado a lado, marcando un muro de fuego que claramente el animal se pensaría si pasar o no. Sin duda, el fuego no duraría demasiado, pero seguro que hacía suficiente como para sacar los instintos mas primitivos del oso, huir por salvar la vida. Por supuesto, Aiko lanzó el katon con total propósito de no acertar al peludo. Dañar al pobre animal no estaba en sus prioridades, éste no les había hecho nada...
—¡Vayámonos antes de que ese oso atraviese el muro de fuego! —inquirió la chica, para después salir corriendo.