7/05/2017, 21:35
Había salido de la posada y ahora andaba a marchas aceleradas, entre resoplidos de irritación y largas zancadas. ¿Pero adónde iba? ¿Adónde se dirigía? No lo sabía, ni siquiera conocía el pueblo para saber hacia dónde conducía el camino que había tomado, y la verdad es que tampoco le importaba. Lo único que deseaba en aquel momento era alejarse de "El Oasis de Jiru-sama" todo lo que pudiera. No, alejarse de ese chico tiburón que tanto parecía divertirse en su compañía.
«Es como esos idiotas de la academia. ¡Puede que incluso fueran amigos y me haya reconocido!» Gritaba en su fuero interno, con las lágrimas desbordándose por sus mejillas. Le odiaba. Pero sobre todo se odiaba a sí misma. Odiaba su debilidad. Odiaba que le afectaran de aquella manera las palabras de los demás.
De repente, oyó una voz a sus espaldas.
—¡Oye, tú! ¡Espera!
Pero, lejos de disminuir el paso, lo aceleró aún más mientras se afanaba por enjugarse las lágrimas con el dorso de su mano. Había reconocido su voz. Kaido había salido a buscarla. ¿Pero qué quería de ella ahora? ¿No había tenido ya bastante? ¿No estaba satisfecho?
Lo que no esperaba era que sucediera lo que ocurrió a continuación:
—Mira, lo siento ¿está bien?
Quizás fue la sorpresa de oír una disculpa, pero Ayame se detuvo sólo entonces. Él no tardó en alcanzarla, y entonces le dio un par de sorbos a un termo que llevaba consigo...
Y que tenía el símbolo del clan Hōzuki grabado en él.
Ayame palideció súbitamente al contemplarlo.
—No fue mi intención insultarte, ni nada por el estilo —continuó hablando, después de saciar su sed—. Sé que a veces peco de confianzudo y digo cosas que no debería, pero como podrás haber notado, aquí y en la academia; mi filtro verbal parece estar averiado. por mi culpa, por mi gran culpa. De todas formas, tú también has herido mi "corasooooooon". Eso de tiburón, uy uy. Duele. —añadió, sujetándose el pecho en un gesto de lo más teatral.
Ayame agacho la cabeza, pero seguía mirándole por debajo de las pestañas. Rememoraba la discusión en el comedor palabra por palabra.
—Lo siento. Perdí los nervios y me dejé llevar... —balbuceó, aunque casi a regañadientes. Sus ojos se desviaron inevitablemente al dibujo del alquequenje que representaba a su clan. El corazón le latía con fiereza, y tras varios segundos al fin se atrevió a preguntar, con fingida inocencia—. ¿Qué es ese símbolo?
«Es como esos idiotas de la academia. ¡Puede que incluso fueran amigos y me haya reconocido!» Gritaba en su fuero interno, con las lágrimas desbordándose por sus mejillas. Le odiaba. Pero sobre todo se odiaba a sí misma. Odiaba su debilidad. Odiaba que le afectaran de aquella manera las palabras de los demás.
De repente, oyó una voz a sus espaldas.
—¡Oye, tú! ¡Espera!
Pero, lejos de disminuir el paso, lo aceleró aún más mientras se afanaba por enjugarse las lágrimas con el dorso de su mano. Había reconocido su voz. Kaido había salido a buscarla. ¿Pero qué quería de ella ahora? ¿No había tenido ya bastante? ¿No estaba satisfecho?
Lo que no esperaba era que sucediera lo que ocurrió a continuación:
—Mira, lo siento ¿está bien?
Quizás fue la sorpresa de oír una disculpa, pero Ayame se detuvo sólo entonces. Él no tardó en alcanzarla, y entonces le dio un par de sorbos a un termo que llevaba consigo...
Y que tenía el símbolo del clan Hōzuki grabado en él.
Ayame palideció súbitamente al contemplarlo.
—No fue mi intención insultarte, ni nada por el estilo —continuó hablando, después de saciar su sed—. Sé que a veces peco de confianzudo y digo cosas que no debería, pero como podrás haber notado, aquí y en la academia; mi filtro verbal parece estar averiado. por mi culpa, por mi gran culpa. De todas formas, tú también has herido mi "corasooooooon". Eso de tiburón, uy uy. Duele. —añadió, sujetándose el pecho en un gesto de lo más teatral.
Ayame agacho la cabeza, pero seguía mirándole por debajo de las pestañas. Rememoraba la discusión en el comedor palabra por palabra.
—Lo siento. Perdí los nervios y me dejé llevar... —balbuceó, aunque casi a regañadientes. Sus ojos se desviaron inevitablemente al dibujo del alquequenje que representaba a su clan. El corazón le latía con fiereza, y tras varios segundos al fin se atrevió a preguntar, con fingida inocencia—. ¿Qué es ese símbolo?