8/05/2017, 21:52
Su treta al parecer, había servido. La teatralidad detrás de sus gestos, y sus palabras perfectamente elegidas habían hecho mella en el corazón de la inocente Ayame, quien terminó disculpándose ella misma a pesar de no haber hecho nada que no hubiese sido provocado. Todo aquel embrollo no había sido su culpa, ni mucho menos, aunque el mismísimo Kaido difería de esa perspectiva por el simple hecho de que siendo ambos sendos ninja, era decepcionante el cómo la muchacha había caído tan rápido en sus provocaciones, viéndose incapaz de controlar sus emociones a tal punto de explotar en llanto y salir despavorida del restaurante.
Bajo otra circunstancia, habría vuelto a apretar la yaga. Le habría expuesto lo débil y patética que se veía cayendo tan rápido en provocaciones ajenas, dejándole saber además que la poca voluntad en un mundo tan cruel como lo era oonindo, se traducía en estrepitosas fallas. Y las fallas, en una profesión donde el más mínimo error trae las más grandes consecuencias, conllevan finalmente a la muerte definitiva.
Pero calló. Calló, y no dijo absolutamente nada más que investir su rostro con un fingido temple de conformidad ante el perdón de su interlocutora «Parece que no eres tan malo después de todo, ¿Eh, Kaido?»
Pero a pesar de que, de buenas a primeras, el tema había quedado zanjado con ambas disculpas, Ayame seguía cabizbaja. Visiblemente temerosa ante la presencia de quien se antoja ser un infractor de su confianza. El resquemor hacia él era evidente, y la kunoichi le miraba como los cardúmenes de peces observan al rey del océano antes de que éste ataque con toda la furia de su mandíbula.
Y sin embargo, entre dubitativas, el rumbo de la conversación cambió hacia el súbito capricho de Ayame, por preguntar con sofocada curiosidad sobre el significado del símbolo que reposaba sobre su termo, el cual ya había colgado en su cinturón.
—¿Ah, éste? —lo señaló, viéndolo con respeto—. es el símbolo del clan al que pertenezco, los Hōzuki. Es uno de los clanes insignia de Amegakure, ¿cómo es que no lo conoces?
Bajo otra circunstancia, habría vuelto a apretar la yaga. Le habría expuesto lo débil y patética que se veía cayendo tan rápido en provocaciones ajenas, dejándole saber además que la poca voluntad en un mundo tan cruel como lo era oonindo, se traducía en estrepitosas fallas. Y las fallas, en una profesión donde el más mínimo error trae las más grandes consecuencias, conllevan finalmente a la muerte definitiva.
Pero calló. Calló, y no dijo absolutamente nada más que investir su rostro con un fingido temple de conformidad ante el perdón de su interlocutora «Parece que no eres tan malo después de todo, ¿Eh, Kaido?»
Pero a pesar de que, de buenas a primeras, el tema había quedado zanjado con ambas disculpas, Ayame seguía cabizbaja. Visiblemente temerosa ante la presencia de quien se antoja ser un infractor de su confianza. El resquemor hacia él era evidente, y la kunoichi le miraba como los cardúmenes de peces observan al rey del océano antes de que éste ataque con toda la furia de su mandíbula.
Y sin embargo, entre dubitativas, el rumbo de la conversación cambió hacia el súbito capricho de Ayame, por preguntar con sofocada curiosidad sobre el significado del símbolo que reposaba sobre su termo, el cual ya había colgado en su cinturón.
—¿Ah, éste? —lo señaló, viéndolo con respeto—. es el símbolo del clan al que pertenezco, los Hōzuki. Es uno de los clanes insignia de Amegakure, ¿cómo es que no lo conoces?