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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Normalmente la gente se pregunta “¿Quién soy?”, “¿De dónde vengo?”, “¿Hacia dónde voy?”, ¿Cuál es mi meta?”. Y muchas más preguntas que se hacen a lo largo de su vida. Algunas de ellas tienen respuesta, otras no. La gente para gran parte de su vida buscando respuestas a estas preguntas. Pero yo, yo tengo la solución a cada una de ellas. Siempre he sabido las respuestas.

Mi nombre es Katsumi. Mi apellido, no tiene importancia. ¿Y porqué no la tiene? Bien, porque no se si soy digna de él o no. De hecho, ni siquiera sé cual de mis dos apellidos utilizar. Así és, he tenido dos apellidos.

Nací en algún lugar de este mundo shinobi que no recuerdo exactamente. Podría ser en un pequeño poblado al sur de las fronteras del pais de la tormenta, cercano al país del viento, pero no podría decirlo con exactitud. No recuerdo aquellos tiempos. Era tan solo un bebé, un recién nacido, y pasé allí, poco más de un año.

¿Mis padres? Un hombre y una mujer, cuyos nombres tampoco recuerdo. Ni los quiero recordar. Lo único que puedo visualizar en mi mente es que no tenían precisamente mucho dinero. Ese es mi único recuerdo, o al menos, lo que mi mente quiere recordar de ellos por lo que ocurrió.

Con tan solo un año mis padres me dieron en adopción. Mis padres biológicos no tenían suficiente como para criarme y decidieron darme un hogar en el que poder crecer. Así pues, pasé de vivir en aquel poblado a vivir en otro lugar, esta vez mucho más amplio y cercano a donde residía el señor feudal del país.

Mis padres adoptivos se instalaron allí. Eran unos mercantes que servían suministros alimentarios en la capital. Compraban los alimentos a los agricultores de los poblados de las afueras, para revenderlos a un mejor precio en la capital. Y así funcionaba su negocio. Tanto que pudieron permitirse el lujo de criar a su “propia hija”, pues ellos no podían tener una de forma natural. Bien por ellos, perfecto por adoptarme. De hecho, se lo agradezco.

No sé como hubiera sido mi vida con mis verdaderos padres, pero los que me criaron, para mí, fueron y son mi familia. Ahora están retirados del mundo del mercader, sobreviven con el dinero que ganaron durante sus años de comerciantes. Pero según ellos, ya era hora de que comenzara a ganarme la vida.

Aquello me lo dijeron cuando tenía trece años. ¡Con tan solo trece años querían que me pusiera a trabajar! ¿Qué locura, no?

Al final tuve que hacerlo. Comencé haciendo lo mismo que hacían ellos. Viajar, comprar, viajar y vender. Simple y eficaz. Pero monótono. Siempre era lo mismo, todos los días. Y para una niña como yo, al final se hacía muy pesado. Mi padre me acompañaba casi todos los días porque no quería que fuera sola hasta que tuviera cierta edad. ¿Para ello que hubiera continuado él solo trabajando, no?

Durante casi un año lo hice, prácticamente todos los días. Y me cansaba de ello. Cuando iba a la capital veía a los niños jugar, unos con otros, hablando y contando historias sobre shinobis. Algunas reales otras inventadas. Pero ¿qué era ser un shinobi? Nunca me lo había preguntado. Ni siquiera había escuchado aquella palabra, nunca. Para mí era algo nuevo, algo que despertó curiosidad en mí por el afán con el que los jóvenes hablaban de esas historias.

Finalmente solo deseaba trabajar por el momento en el que llegaba a la capital para escuchar las historias. Incluso me escaqueaba un poco de mi trabajo para que aquellos jóvenes me contaran más sobre el “mundo shinobi”. Me parecía todo tan asombroso que comencé a pensar si yo podría convertirme en una de ellos. De los protagonistas de aquellas historias.

Sí, estaba decidida, quería ser como ellos, quería que los niños próximos contaran historias acerca de mí, de mis aventuras. E incluso ¿porqué no escribir yo misma un libro? Lástima que no sabía escribir tan bien, pero quizá con un poco de ayudar lo consiguiera.

Esperé unos días más para comentárselo a mis padres. Supuse que serían comprensibles conmigo pero fué todo lo contrario. Se negaron en un principio, alegando que yo no tenía “chakra” (que no sabía tampoco que significaba aquello) y diciendo que no había nacido para ello. ¿Qué sabrían ellos si no eran ni siquiera mis padres reales?

Me enfadé. Es obvio que me enfadé, incluso quise salir corriendo de allí, dejar atrás mi hogar adoptivo y escapar donde fuera. Como todo adolescente rebelde desearía. Mis padres intentaron detenerme obviamente. Pero yo estaba tan enfadada y fuera de sí porque ellos no me comprendían, que incluso empujé un par de veces a mi madre para apartarla.

Pero algo sucedió. No era consciente de mí misma, y tampoco controlaba mi cuerpo. Mi madre comenzó a sentir algo extraño y una especie de magia recorrió mis manos. Le había empujado con una fuerza diferente a la que tenía, algo había hecho, pero no sabía el qué ¿Qué fué aquello? ¿Qué había ocurrido?? ¿Por qué?

Tras aquel día, mis padres dejaron de hablarme durante una semana, incluso no trabajé. Me encerraron en mi habitación alegando que era por cautela. Todo era muy extraño. Demasiado. La imagen de mi madre se sucedía una y otra vez en mi mente, durante una tormentosa semana.

Y finalmente abrieron la puerta de mi cuarto. Mis padres traían a un hombre con él. Un hombre que portaba una bandana como las historias que contaban. Era un shinobi. Movió sus dedos, y cerró los ojos. Algo hizo pero no pude entender el qué, ni siquiera dijo nada mientras pasaba aquello. El hombre miró a mis padres y asintió. ¿Qué pasaba? Me preguntaba.

Y de nuevo la puerta se cerró. Un par de días pasaron hasta que mi padre entró en la habitación, llevaba una mochila con varios utensilios. Como si fuera a irme a algún sitio. Sus palabras fueron que acudiría a la academia ninja y me graduaría como kunoichi. Aquello me abrió los ojos de par en par y me lancé a los brazos de mi padre adoptivo. Él me advirtió mucho sobre todos los peligros que habían en el mundo y lo que podría ocurrirme pero yo no hice mucho caso de ello, estaba emocionada. Asentí y le prometí que me graduaría, y que sería una protagonista de aquellas historias.

Aquí es la parte de “hacia donde voy”. Ha pasado un par de meses desde que partí hacia la academia ninja, no mucho más. Tuve que despedirme de mis padres y aquel shinobi que vino a verme me acompañó hasta mi nuevo destino. Todavía soy una estudiante, estoy adaptándome y familiarizándome con el entorno de Amegakure, la villa oculta de la lluvia, un lugar que jamás pensé que existiera y donde el tiempo no es muy favorable. Pero me acostumbraré.

¿Cuál es mi meta? Graduarme, ser una kunoichi excelente, servir a mi villa y a mi país con honor , y tras todo esto, convertirme en la protagonista de una de esas legendarias historias. ¿Lo conseguiré? No lo sé, pero si no lo intento, nunca lo sabré. Así qué, a día de hoy, me esfuerzo todo lo posible para aprobar, me mando cartas con mis padres adoptivos y les cuento mis progresos. Ellos están felices y aunque en un principio fueron reacios, ya aceptan quien soy, y a donde voy.

Ahora solo falta, alcanzarlo.
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Mensajes en este tema
Todo el mundo se pregunta. - por Katsumi - 24/06/2015, 12:18


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