9/05/2017, 17:03
Mirogu les observó introspectivo.
—Tiene un punto débil. Sí... lo tiene, ¡harararara! —de nuevo, aquella risilla infantil e imprudente—. la conjetura entre el final de su lomo, y el inicio de esa enorme cola venenosa. Si le pegas ahí con la suficiente fuerza, que no se yo si la tienes... habremos hecho el trabajo. Sin embargo, si os dejáis tocar por ese apéndice, estáis muertos. No hay antídoto para el veneno. Ni para los agujeros que te va a hacer en el cogote si te llega a tocar con la susodicha cola.
—Pues, tenemos cinco segundos para impedir que nos vea. Quizás, si le atacamos a los ojos primero... ¿tienes algo con qué cegarlo, o aturdirlo; Riko?
—Tiene un punto débil. Sí... lo tiene, ¡harararara! —de nuevo, aquella risilla infantil e imprudente—. la conjetura entre el final de su lomo, y el inicio de esa enorme cola venenosa. Si le pegas ahí con la suficiente fuerza, que no se yo si la tienes... habremos hecho el trabajo. Sin embargo, si os dejáis tocar por ese apéndice, estáis muertos. No hay antídoto para el veneno. Ni para los agujeros que te va a hacer en el cogote si te llega a tocar con la susodicha cola.
—Pues, tenemos cinco segundos para impedir que nos vea. Quizás, si le atacamos a los ojos primero... ¿tienes algo con qué cegarlo, o aturdirlo; Riko?