9/05/2017, 17:38
Los tres asintieron, contaban con Riko. Sobre todo Kaido, que era el que se iba a arriesgar a propinar un golpe definitivo.
Hoshu y Mirogu tomaron la delantera, adentrándose más y más al camino pedrusco de la cueva, donde mientras más avanzaban, menor era la luz producida por el clima natural. Cada vez más oscuro, cada vez más tétrico. Cada vez más silencioso, lo único que hacía eco era el gotear de la condensación del interior, míseras gotas de agua que caían al suelo cada cierto tiempo.
Tras un par de minutos de caminata, y un par de cruces; Hoshu señaló adelante. Era un espacio abierto, y desde aquel enorme hueco tan sólo yacía una molesta capa fina de piedra.
Y mientras más se acercaban, mayor era la visualización de lo que estaba allí adentro.
«Por ame no Kami, ¡¿pero eso qué es?!»
Tenía el lomo negro, al igual que todo el cuerpo. Le sacaba unos cinco cuerpos a los humanos comunes, y tenía alrededor de séis patas largas y peludas. Detrás de él, se escondía una enorme cola enroscada con un aguijón goteando en la punta de su gancho, además de dos gruesas tenazas delanteras.
Yacía inmóvil, y donde deberían estar los dos ojos, no se veía nada. Parecía estar dormida.
Era el momento perfecto para que aprovechasen de poner las antorchas, Mirogu tomó la izquierda con Hoshu, y dispuso de ambas separadas las dos por una distancia prudente, afín de iluminar toda la cámara en ese costado. Kaido pensó hacer lo propio del lado derecho, esperando que Riko hiciera lo mismo.
Luego, tomó la retaguardia. Hoshu y Mirogu prepararon sus ballestas, cargaron la flecha y extendieron la cuerda para que no se enredase después del disparo.
Luego alzó la mano, y comenzó a contar. 3, 2... 1
Kaido tomó un profundo respingo, y se preparó para la señal. No obstante, su cuerpo comenzaba a usar los frutos de su entrenamiento, y de los dones de su majestuoso clan, permitiéndose enfocar los líquidos acumulados en su interior hacia una sola extremidad en particular, en éste caso su brazo izquierdo.
—¡Ahora!
Un disparo, dos disparos. El estruendo de la cuerda agitarse a través de la ballesta inundó la cámara de un eco profundo, al igual que cuando las flechas alcanzaron su objetivo. Estas atravesaron ambas patas traseras del animal, lo que le hizo despertar; y emitió un chillido agudo de dolor, que les advirtió de que el inminente peligro ya era real.
Kaido ojeó de lado a su colega Riko, nervioso, moviendo sus dedos de un lado a otro; cargándose de agua. Esperaba la señal, esperaba poder lograrlo.
Hoshu y Mirogu tomaron la delantera, adentrándose más y más al camino pedrusco de la cueva, donde mientras más avanzaban, menor era la luz producida por el clima natural. Cada vez más oscuro, cada vez más tétrico. Cada vez más silencioso, lo único que hacía eco era el gotear de la condensación del interior, míseras gotas de agua que caían al suelo cada cierto tiempo.
Tras un par de minutos de caminata, y un par de cruces; Hoshu señaló adelante. Era un espacio abierto, y desde aquel enorme hueco tan sólo yacía una molesta capa fina de piedra.
Y mientras más se acercaban, mayor era la visualización de lo que estaba allí adentro.
«Por ame no Kami, ¡¿pero eso qué es?!»
Tenía el lomo negro, al igual que todo el cuerpo. Le sacaba unos cinco cuerpos a los humanos comunes, y tenía alrededor de séis patas largas y peludas. Detrás de él, se escondía una enorme cola enroscada con un aguijón goteando en la punta de su gancho, además de dos gruesas tenazas delanteras.
Yacía inmóvil, y donde deberían estar los dos ojos, no se veía nada. Parecía estar dormida.
Era el momento perfecto para que aprovechasen de poner las antorchas, Mirogu tomó la izquierda con Hoshu, y dispuso de ambas separadas las dos por una distancia prudente, afín de iluminar toda la cámara en ese costado. Kaido pensó hacer lo propio del lado derecho, esperando que Riko hiciera lo mismo.
Luego, tomó la retaguardia. Hoshu y Mirogu prepararon sus ballestas, cargaron la flecha y extendieron la cuerda para que no se enredase después del disparo.
Luego alzó la mano, y comenzó a contar. 3, 2... 1
Kaido tomó un profundo respingo, y se preparó para la señal. No obstante, su cuerpo comenzaba a usar los frutos de su entrenamiento, y de los dones de su majestuoso clan, permitiéndose enfocar los líquidos acumulados en su interior hacia una sola extremidad en particular, en éste caso su brazo izquierdo.
—¡Ahora!
Un disparo, dos disparos. El estruendo de la cuerda agitarse a través de la ballesta inundó la cámara de un eco profundo, al igual que cuando las flechas alcanzaron su objetivo. Estas atravesaron ambas patas traseras del animal, lo que le hizo despertar; y emitió un chillido agudo de dolor, que les advirtió de que el inminente peligro ya era real.
Kaido ojeó de lado a su colega Riko, nervioso, moviendo sus dedos de un lado a otro; cargándose de agua. Esperaba la señal, esperaba poder lograrlo.