9/05/2017, 18:44
Riko abrió los ojos, y lo que vio le asombró, Kaido, con un inmenso brazo se abalanzó sobre el animal, propinándole tal golpe que, irremediablemente, el bicho fue derrotado, sin más, después de todo lo que habían oído, de lo mal que les habían pintado aquello nada más que necesitaron de un plan organizado y de unos pocos segundos para abatir al escorpión. Demasiado fácil.
—¡Muere, maldita bestia usurpadora!
Mirogu parecía contento, todos lo estaban, de hecho, a pesar de que, en esta ocasión, era Kaido quien tenía que llevarse todos los honores, pues, no en vano, había sido él el que había dado el golpe de gracia al animal.
Lo que sucedió después fue algo que no olvidaría fácilmente, pues fueron invitados a un gran banquete, en el que pudieron comer todo lo que quisieron y más, junto con todos los comerciantes al mando de Mirogu, que celebraban, no solo el haber conseguido vencer al escorpión, que también, si no que los Kabutomushi habían aceptado el pago y no tendrían que preocuparse por ellos durante un tiempo al menos.
Y allí se encontraban de nuevo, en aquel bar en el que todo había empezado, con un Kaido deshidratado y Riko tratando de ayudar. Allí se iba a acabar aquella aventura que habían compartido.
—Bueno, colega. Ha sido un placer patear traseros de insectos y humanos. Probablemente no habría sido tan fácil si no hubiese estado en este maldito pueblo de los cojones. Ahora, lárgate de aquí como lo voy a hacer yo, y no vuelvas nunca más. Te aseguro que yo particularmente no lo haré.
El escualo extendió su mano, a modo de despedida, a lo que Riko respondió estrechándosela, con una gran sonrisa en el rostro.
— No te preocupes, no creo que tenga muchas ganas de volver por aquí en un tiempo, al menos. Ha sido un placer, Kaido-san, espero verte en otra ocasión, y recuerda que me debes una. — Se despidió, guiñando un ojo.
El Senju, viendo la hora que era, supo que le iba a caer una buena bronca por parte de su tía Akiko, y no pensaba explicarla lo que había sucedido allí, al menos, no todo.
—¡Muere, maldita bestia usurpadora!
Mirogu parecía contento, todos lo estaban, de hecho, a pesar de que, en esta ocasión, era Kaido quien tenía que llevarse todos los honores, pues, no en vano, había sido él el que había dado el golpe de gracia al animal.
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Lo que sucedió después fue algo que no olvidaría fácilmente, pues fueron invitados a un gran banquete, en el que pudieron comer todo lo que quisieron y más, junto con todos los comerciantes al mando de Mirogu, que celebraban, no solo el haber conseguido vencer al escorpión, que también, si no que los Kabutomushi habían aceptado el pago y no tendrían que preocuparse por ellos durante un tiempo al menos.
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Y allí se encontraban de nuevo, en aquel bar en el que todo había empezado, con un Kaido deshidratado y Riko tratando de ayudar. Allí se iba a acabar aquella aventura que habían compartido.
—Bueno, colega. Ha sido un placer patear traseros de insectos y humanos. Probablemente no habría sido tan fácil si no hubiese estado en este maldito pueblo de los cojones. Ahora, lárgate de aquí como lo voy a hacer yo, y no vuelvas nunca más. Te aseguro que yo particularmente no lo haré.
El escualo extendió su mano, a modo de despedida, a lo que Riko respondió estrechándosela, con una gran sonrisa en el rostro.
— No te preocupes, no creo que tenga muchas ganas de volver por aquí en un tiempo, al menos. Ha sido un placer, Kaido-san, espero verte en otra ocasión, y recuerda que me debes una. — Se despidió, guiñando un ojo.
El Senju, viendo la hora que era, supo que le iba a caer una buena bronca por parte de su tía Akiko, y no pensaba explicarla lo que había sucedido allí, al menos, no todo.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»