—Jajajaja... no, lo siento pero no. Tu posiblemente te quemes, y permanezcas unos días con la piel abrasada, y ya luego lucirás un bonito bronceado. Pero, yo no. Mi piel se regenera muy rápido y antes de mañana ya se me habrá vuelto a la normalidad el tono. —explicó la chica.
—Ya, pero valdrá la pena un poco de dolor por un buen bronceado.— Agregué. Las palabras de Aiko seguían siendo un tanto misteriosas y llamaron bastante mi atención
—¿ves? —
Me acerqué a ver su brazo, mis ojos buscaron rápidamente la herida que debería estar aún roja.
—Ya no me queda señal siquiera del corte que me hizo el hielo.—
Sus palabras eran ciertas, era realmente asombroso, en ningún momento vi usando alguna técnica o tomando algún brebaje mágico. —¿Es un tipo de habilidad?— Pregunté curioso.
—Pues... puede ser. Pero, si no sacas el pie es imposible decir algo a ciencia cierta... jajaja.
Ya me había incorporado cuando ella se expresó, supuse que lo hizo con el simple hecho de molestarme, no respondí nada. —¿Es una madriguera o no?— Pregunté solo para obtener el punto de vista de la pelirroja. Ciertamente el agujero era bastante grande y oscuro, en su interior parecía no haber nada pero después de unos breves segundos unos ojos rojos, y brillantes, se vieron desde la oscuridad; las orbes nos vigilaban desde su confort y daba la intención que se quedaría ahí por un rato más viéndonos.—¿Has comido conejo antes?— Aseguré que se trataba de ese roedor por el simple hecho de que había visto uno en la nieve.
Mientras los genin intercambiaban palabras el roedor salía lentamente de su hogar hasta que estuvo totalmente expuesto, se trataba de un conejo marrón, con leves cambio de tonalidad en su pelaje y de un tamaño no tan grande. —Los conejos que vi en la cordillera eran blancos y este es marrón, sé lo del cambio climático, pero también vi que los blancos entraban a la gruta...— Manifesté aquellas palabras aunque no sabía si me había dado a entender o no, la interrogante era ¿dónde estaban esos conejos? Aunque no era muy importante ese hecho.
El conejo retrocedió, se asustó de la presencia de ambos humanos y se ocultó nuevamente, ya no se lograba ver siquiera sus ojos desde dentro de la madriguera.
—Ya, pero valdrá la pena un poco de dolor por un buen bronceado.— Agregué. Las palabras de Aiko seguían siendo un tanto misteriosas y llamaron bastante mi atención
—¿ves? —
Me acerqué a ver su brazo, mis ojos buscaron rápidamente la herida que debería estar aún roja.
—Ya no me queda señal siquiera del corte que me hizo el hielo.—
Sus palabras eran ciertas, era realmente asombroso, en ningún momento vi usando alguna técnica o tomando algún brebaje mágico. —¿Es un tipo de habilidad?— Pregunté curioso.
—Pues... puede ser. Pero, si no sacas el pie es imposible decir algo a ciencia cierta... jajaja.
Ya me había incorporado cuando ella se expresó, supuse que lo hizo con el simple hecho de molestarme, no respondí nada. —¿Es una madriguera o no?— Pregunté solo para obtener el punto de vista de la pelirroja. Ciertamente el agujero era bastante grande y oscuro, en su interior parecía no haber nada pero después de unos breves segundos unos ojos rojos, y brillantes, se vieron desde la oscuridad; las orbes nos vigilaban desde su confort y daba la intención que se quedaría ahí por un rato más viéndonos.—¿Has comido conejo antes?— Aseguré que se trataba de ese roedor por el simple hecho de que había visto uno en la nieve.
Mientras los genin intercambiaban palabras el roedor salía lentamente de su hogar hasta que estuvo totalmente expuesto, se trataba de un conejo marrón, con leves cambio de tonalidad en su pelaje y de un tamaño no tan grande. —Los conejos que vi en la cordillera eran blancos y este es marrón, sé lo del cambio climático, pero también vi que los blancos entraban a la gruta...— Manifesté aquellas palabras aunque no sabía si me había dado a entender o no, la interrogante era ¿dónde estaban esos conejos? Aunque no era muy importante ese hecho.
El conejo retrocedió, se asustó de la presencia de ambos humanos y se ocultó nuevamente, ya no se lograba ver siquiera sus ojos desde dentro de la madriguera.