17/05/2017, 20:55
(Última modificación: 17/05/2017, 20:55 por Uzumaki Eri.)
— Nada de lo que haya que preocuparse, Reika-san. — Respondió mientras miraba a la persona que traía sus bebidas y miraba a Ashito esperando a que hiciese su pedido.
Luego tomó uno de sus mechones púrpuras que caían por ambos lados de su cara y lo estrujó, ¿había algo malo con su color de cabello? Sabía que sus ojos eran bastante inusuales, pero, si hay gente con pelos verdes y rojos... ¿Qué pasaba con tenerlo púrpura?
— Mi color de cabello es púrpura, Reika-san, lo heredé de mi madre. — Respondió con lentitud mientras pegaba un sorbo a su té. — Respecto a mis ojos, todos en mi familia tenemos estos, incluso mi hermano tiene los ojos magenta, así que es algo normal para mí... — Sabía que estaba hablando de más aunque no le importaba, hacía mucho tiempo que no hablaba de su familia, y quisiese o no; echaba de menos que su hermano cuidase de ella.
Mordió su labio inferior y la mano derecha comenzó a temblarle, desde su graduación su hermano se había ido distanciando de ella cada vez más y Eri no podía hacer nada para impedirlo. Pero aquel momento y aquel lugar no eran los idóneos para aquello, así que trató de serenarse.
Sin embargo, alguien irrumpió corriendo el lugar empapado de pies a cabeza. Era una mujer algo regordeta, de pelo largo alborotado y ojos muy abiertos y expresivos. Parecía asustada por algo.
— ¡Ayúdenme por favor!
Luego tomó uno de sus mechones púrpuras que caían por ambos lados de su cara y lo estrujó, ¿había algo malo con su color de cabello? Sabía que sus ojos eran bastante inusuales, pero, si hay gente con pelos verdes y rojos... ¿Qué pasaba con tenerlo púrpura?
— Mi color de cabello es púrpura, Reika-san, lo heredé de mi madre. — Respondió con lentitud mientras pegaba un sorbo a su té. — Respecto a mis ojos, todos en mi familia tenemos estos, incluso mi hermano tiene los ojos magenta, así que es algo normal para mí... — Sabía que estaba hablando de más aunque no le importaba, hacía mucho tiempo que no hablaba de su familia, y quisiese o no; echaba de menos que su hermano cuidase de ella.
Mordió su labio inferior y la mano derecha comenzó a temblarle, desde su graduación su hermano se había ido distanciando de ella cada vez más y Eri no podía hacer nada para impedirlo. Pero aquel momento y aquel lugar no eran los idóneos para aquello, así que trató de serenarse.
Sin embargo, alguien irrumpió corriendo el lugar empapado de pies a cabeza. Era una mujer algo regordeta, de pelo largo alborotado y ojos muy abiertos y expresivos. Parecía asustada por algo.
— ¡Ayúdenme por favor!