18/05/2017, 16:36
Después de todo el revuelo que se había montado con Uzumaki Zoku, Akimichi Yakisoba y por último Uzumaki Gouna —la cual hizo acto de presencia en el último momento—, la aldea se había sumido en un ordenado caos hasta que Gouna fue proclamada Yondaime Uzukage del Remolino. Y por fin, después de todos esos días; ella podía pasear tranquilamente por su villa sin preocuparse de nada. Volvía a estar sola en casa y las noches solían ser aburridas, incluso leer el libro que llevaba meses intentando terminar le costaba.
Así que allí estaba.
— Un... Dos... Tres... ¡AL AGUA!
Tomó carrerilla con sus pies descalzos y su nueva vestimenta recién estrenada aquella noche, con sus cabellos recogidos en una pequeña coleta alta, su hitai-ate bien atado sobre su cabeza, y el viento azotándola en la cara. Despegó del techo de aquel edificio y se puso la mano en la nariz para evitar que el agua se colase por sus fosas nasales, hasta que impactó contra el agua templada de las Costas del Remolino.
Se hundía tranquilamente, con la única luz de la luna acompañándola y después de mucho tiempo, por fin se sintió en paz. Le importaba un pimiento si su hermano aquella vez se había marchado directamente sin avisar, y también que se había gastado el dinero de la misión que Shiona —que en paz descanse— les había encomendado.
—Ahh... Lhra Mied--a... — Balbuceaba dentro del agua, donde el sonido se ahogaba. ¡Ryu ya volvería pidiendo agua en el desierto, y ella le daría pipas!
Así que allí estaba.
— Un... Dos... Tres... ¡AL AGUA!
Tomó carrerilla con sus pies descalzos y su nueva vestimenta recién estrenada aquella noche, con sus cabellos recogidos en una pequeña coleta alta, su hitai-ate bien atado sobre su cabeza, y el viento azotándola en la cara. Despegó del techo de aquel edificio y se puso la mano en la nariz para evitar que el agua se colase por sus fosas nasales, hasta que impactó contra el agua templada de las Costas del Remolino.
Se hundía tranquilamente, con la única luz de la luna acompañándola y después de mucho tiempo, por fin se sintió en paz. Le importaba un pimiento si su hermano aquella vez se había marchado directamente sin avisar, y también que se había gastado el dinero de la misión que Shiona —que en paz descanse— les había encomendado.
—Ahh... Lhra Mied--a... — Balbuceaba dentro del agua, donde el sonido se ahogaba. ¡Ryu ya volvería pidiendo agua en el desierto, y ella le daría pipas!