19/05/2017, 01:03
No, no había manera que Kaido dejase pasar desapercibido aquel cambio tan repentino en cuanto al tema de conversación. Ayame se lo había hecho ya más de una vez en lo que iba de tarde, ya resultaban evidentes las maniobras de evasión que la muchacha tomaba cada tanto a las interrogantes del escualo, que aunque por incómodas que pudieran parecer, tan poco eran tan personales como para no querer decir nada.
Él había dicho sin pelos en la lengua al clan al que pertenecía. Incluso ella habló tan fácilmente de su hermano, y sobre su persona, sin embargo...
«No digas nada, Kaido, no d-i-g-a-s nada. O saldrá corriendo, de nuevo y te quedas sin cama ésta noche, cabrón»
Se metió un par de bocados de cordero a la boca, y los destrozó ipso facto con su filosa dentadura. Luego miró a la kunoichi tratando de aparentar su escandalosa necesidad de preguntar, de nuevo, sobre sus habilidades, y le siguió la pista al tema de conversación al que se había embarcado ella súbitamente.
—Claro, y si no, ¿qué otra cosa habría venido a hacer a ésta ciudad? —comentó, prepotente—. lo cierto es que nunca oí acerca de el supuesto fenómeno, me enteré hace unos días por una de sus propagandas colgadas en la aldea. Que no lo he visto, vamos, pero me parece que el nombre es un tanto exagerado. Qué línea de los Dioses ni queochocuartos, seguro que algún friki estudioso del clima sabría explicar lo que supuestamente sucede.
Luego sonrió, curioso, ante sus propias tribulaciones.
—Que irónico, ¿no? que un tipo como yo sea tan escéptico. Ya sabes, teniendo en cuenta que quién sabe de qué océano provengo. ¡Jajaja!
Él había dicho sin pelos en la lengua al clan al que pertenecía. Incluso ella habló tan fácilmente de su hermano, y sobre su persona, sin embargo...
«No digas nada, Kaido, no d-i-g-a-s nada. O saldrá corriendo, de nuevo y te quedas sin cama ésta noche, cabrón»
Se metió un par de bocados de cordero a la boca, y los destrozó ipso facto con su filosa dentadura. Luego miró a la kunoichi tratando de aparentar su escandalosa necesidad de preguntar, de nuevo, sobre sus habilidades, y le siguió la pista al tema de conversación al que se había embarcado ella súbitamente.
—Claro, y si no, ¿qué otra cosa habría venido a hacer a ésta ciudad? —comentó, prepotente—. lo cierto es que nunca oí acerca de el supuesto fenómeno, me enteré hace unos días por una de sus propagandas colgadas en la aldea. Que no lo he visto, vamos, pero me parece que el nombre es un tanto exagerado. Qué línea de los Dioses ni queochocuartos, seguro que algún friki estudioso del clima sabría explicar lo que supuestamente sucede.
Luego sonrió, curioso, ante sus propias tribulaciones.
—Que irónico, ¿no? que un tipo como yo sea tan escéptico. Ya sabes, teniendo en cuenta que quién sabe de qué océano provengo. ¡Jajaja!