21/05/2017, 22:50
—Yo tampoco había oído hablar sobre ello. Y creo que si no hubiera sido por los carteles con los que han empapelado Amegakure, hoy no estaría aquí. —Bebió un par de tragos de su vaso de agua antes de continuar hablando—. Sobre el fenómeno en sí... No sé. Nunca he sido demasiado supersticiosa. Aunque en un mundo donde existen monstruos con colas gigantes capaces de destruir aldeas enteras y el chakra nos deja hacer cosas como caminar sobre el agua o tirar fuego por la boca, la idea de que existan dioses quizás no sea tan descabellada.
Ayame tenía razón. Meditar acerca de lo que es posible y lo que no, en un mundo donde el concepto del chakra hace capaz a sus usuarios de perpetuar acciones que desafían cualquier ley de lo mundano, era una total pérdida de tiempo. Y no era sólo el chakra o sus múltiples formas de uso, no era el ninjutsu ni las artes ilusorias, eran también los bijuu. Aquellas bestias que han azotado a Oonindo desde tiempos inmemorables.
Destruyendo aldeas y creando cataclismos en eras olvidadas. Dando paso a nuevas generaciones. Como un ciclo interminable en donde todo empieza y termina con una de esas cosas con cola, o con las nueve juntas.
Pero antes de que pudiera sumergirse en lo que él pensaba acerca de aquello, Ayame volvió a surcar mareas distintas.
—¿Me permites hacer una pregunta? —preguntó, con la timidez y la fragilidad de un capullo sin emerger—. ¿Todos los Hōzuki... sois así? Quiero decir... ¿Con... la piel azul y esos dientes.
—La piel, no lo creo. No he visto en ningún lado a otra persona con ésta pigmentación, ni mucho menos con un par de agallas en el cuello, y supongo que tú tampoco. Los dientes sí que es algo más común, teniendo en cuenta que Yui-sama los tiene, y ella es una Hōzuki, o es lo que se escucha por ahí.
Kaido torció el gesto, y se atrevió a mirar con complicidad a su compañera. La comida, de pronto había pasado a un segundo plano.
—¿Por qué tanto interés en mi clan? ¿tienes a algún familiar que sea Hōzuki o qué? ... o quizás el chico que te gusta. Sí, debe ser eso, ¿no?
Ayame tenía razón. Meditar acerca de lo que es posible y lo que no, en un mundo donde el concepto del chakra hace capaz a sus usuarios de perpetuar acciones que desafían cualquier ley de lo mundano, era una total pérdida de tiempo. Y no era sólo el chakra o sus múltiples formas de uso, no era el ninjutsu ni las artes ilusorias, eran también los bijuu. Aquellas bestias que han azotado a Oonindo desde tiempos inmemorables.
Destruyendo aldeas y creando cataclismos en eras olvidadas. Dando paso a nuevas generaciones. Como un ciclo interminable en donde todo empieza y termina con una de esas cosas con cola, o con las nueve juntas.
Pero antes de que pudiera sumergirse en lo que él pensaba acerca de aquello, Ayame volvió a surcar mareas distintas.
—¿Me permites hacer una pregunta? —preguntó, con la timidez y la fragilidad de un capullo sin emerger—. ¿Todos los Hōzuki... sois así? Quiero decir... ¿Con... la piel azul y esos dientes.
—La piel, no lo creo. No he visto en ningún lado a otra persona con ésta pigmentación, ni mucho menos con un par de agallas en el cuello, y supongo que tú tampoco. Los dientes sí que es algo más común, teniendo en cuenta que Yui-sama los tiene, y ella es una Hōzuki, o es lo que se escucha por ahí.
Kaido torció el gesto, y se atrevió a mirar con complicidad a su compañera. La comida, de pronto había pasado a un segundo plano.
—¿Por qué tanto interés en mi clan? ¿tienes a algún familiar que sea Hōzuki o qué? ... o quizás el chico que te gusta. Sí, debe ser eso, ¿no?