22/05/2017, 23:19
(Última modificación: 22/05/2017, 23:29 por Umikiba Kaido.)
El muchacho era astuto, en igual o mayor medida que su terquedad. Incapaz de tirar la toalla en una negociación que cualquier otro hubiese dado por perdida desde el principio. Y es que aunque debatiese con tanta propiedad, lo cierto es que frente a él yacía un hombre viejo y experimentado, ni la lengua más filosa le encantaría como si nada. Sus años de comerciante y herrero le habían permitido escuchar de todo.
Pensó, sin embargo, que con un par de años más y unas cuantas experiencias, Datsue sería un tipo de armas tomar.
—Está bien, dejemos las letras pequeñas del contrato para después —le hizo seña a Shinjaka, quien se movió a regañadientes a una habitación aledaña—. díganme, ¿qué tan buenos son cobrando deudas?
»Alguien nos debe una buena suma de dinero por un encargo. Mi joven pupilo ha intentado lidiar con ello de la forma más adecuada, y sin embargo, no parecen muy reacios a saldar cuentas conmigo. Entenderás que en mi posición no me puedo permitir utilizar medidas más rudimentarias, tengo una reputación que mantener. Pero vosotros. Vosotros seguro que os la apañáis para convencerles de pagar lo que deben, o por el contrario, devolver las armas.
Poco después, Shinjaka volvió con una vara metálica cuyo apéndice ya yacía tan candente como el mismísimo fuego. Rojizo, y soltando humo.
—Sellemos pues el trato, socio...
Pensó, sin embargo, que con un par de años más y unas cuantas experiencias, Datsue sería un tipo de armas tomar.
—Está bien, dejemos las letras pequeñas del contrato para después —le hizo seña a Shinjaka, quien se movió a regañadientes a una habitación aledaña—. díganme, ¿qué tan buenos son cobrando deudas?
»Alguien nos debe una buena suma de dinero por un encargo. Mi joven pupilo ha intentado lidiar con ello de la forma más adecuada, y sin embargo, no parecen muy reacios a saldar cuentas conmigo. Entenderás que en mi posición no me puedo permitir utilizar medidas más rudimentarias, tengo una reputación que mantener. Pero vosotros. Vosotros seguro que os la apañáis para convencerles de pagar lo que deben, o por el contrario, devolver las armas.
Poco después, Shinjaka volvió con una vara metálica cuyo apéndice ya yacía tan candente como el mismísimo fuego. Rojizo, y soltando humo.
—Sellemos pues el trato, socio...