26/05/2017, 12:46
Años me pasé pensando en como plasmar su belleza con palabras, pensando en cómo debería decirle lo que sentía, lo que pensaba. Años no tomando ningún riesgo, pasando desapercibido agradeciendo poder pasar cada día en la misma aula que ella. Entonces la academia se acabó, y con ella los días a su lado.
Desde que me convertí en genin, pensaba más en ella de lo que admitiré jamás. Al perdera Shiona-sama, me sentía como si no tuviera nada que perder por arriesgarme, pero no era más que una excusa. Ya no aguantaba ver a Eri solo de vez en cuando, cuando casualmente coincidiamos por las calles de la aldea. Quería ser el shinobi que se refleja en sus ojos cuando me mira, cualquier otra versión mía es inferior como un Kuseño en un examen intervillal.
Tenía mucho que perder, su confianza, su amistad... Lo sabía pero lo ignoré por la posibilidad de ganarme el derecho a compartir sus labios durante unos segundos, a compartir todas las horas de mi vida con la única persona a la que quería darle toda mi atención. A poder estrujarme el cerebro durante el resto de mi vida para buscar una forma de hacerle entender que nadie la vera jamás tan hermosa como yo la veo.
Mis labios encontraron los suyos, ella dudó, yo me mantuve firme. Sus labios eran tan suaves y blanditos como me había imaginado, besarla era mucho más dulce de lo que pude haber soñado alguna vez. Y cuando correpondió mi beso y cerró los ojos posando sus manos en mi pecho supe que todo era una mentira.
No iba a encontrar una forma de describir cómo la veía, solo era una excusa para pasar el resto de mi vida a su lado y pasarme ésta admirando su rostro angelical.
Tras unos segundos besandonos bajo el cielo estrellado, separé mis labios de los suyos, no porque quisiera, sino porque la incertidumbre me estaba matando.
— Eri-hime, ¿quieres ser mi novia? A lo mejor esto debería haberlo dicho antes de besarte, lo siento.
Le susurré sin separar nuestros labios más de lo necesario para poder hablar, mientras mis ojos buscaban los suyos y sonriendo como un idiota. El sentimiento que había plantado en mi aquel beso me obligaba a sonreir indiferentemente de que estuviera en la situación más tensa que había vivido jamás. Un sentimiento llamado felicidad.
Desde que me convertí en genin, pensaba más en ella de lo que admitiré jamás. Al perdera Shiona-sama, me sentía como si no tuviera nada que perder por arriesgarme, pero no era más que una excusa. Ya no aguantaba ver a Eri solo de vez en cuando, cuando casualmente coincidiamos por las calles de la aldea. Quería ser el shinobi que se refleja en sus ojos cuando me mira, cualquier otra versión mía es inferior como un Kuseño en un examen intervillal.
Tenía mucho que perder, su confianza, su amistad... Lo sabía pero lo ignoré por la posibilidad de ganarme el derecho a compartir sus labios durante unos segundos, a compartir todas las horas de mi vida con la única persona a la que quería darle toda mi atención. A poder estrujarme el cerebro durante el resto de mi vida para buscar una forma de hacerle entender que nadie la vera jamás tan hermosa como yo la veo.
Mis labios encontraron los suyos, ella dudó, yo me mantuve firme. Sus labios eran tan suaves y blanditos como me había imaginado, besarla era mucho más dulce de lo que pude haber soñado alguna vez. Y cuando correpondió mi beso y cerró los ojos posando sus manos en mi pecho supe que todo era una mentira.
No iba a encontrar una forma de describir cómo la veía, solo era una excusa para pasar el resto de mi vida a su lado y pasarme ésta admirando su rostro angelical.
Tras unos segundos besandonos bajo el cielo estrellado, separé mis labios de los suyos, no porque quisiera, sino porque la incertidumbre me estaba matando.
— Eri-hime, ¿quieres ser mi novia? A lo mejor esto debería haberlo dicho antes de besarte, lo siento.
Le susurré sin separar nuestros labios más de lo necesario para poder hablar, mientras mis ojos buscaban los suyos y sonriendo como un idiota. El sentimiento que había plantado en mi aquel beso me obligaba a sonreir indiferentemente de que estuviera en la situación más tensa que había vivido jamás. Un sentimiento llamado felicidad.
—Nabi—