26/05/2017, 19:36
Eri-hime solo se quedó mirandome, sus ojos se pasearon por mi rostro como Pedromaru por su casa, y eso me preocupaba. Aún así no podía dejar de sonreir, como un niño que ha pisado una mierda pero tiene una piruleta, el pie le olía a mierda pero estaba feliz porque se estaba comiendo una piruleta. Solo que en vez de una piruleta era el fuego interno que ardía apasionado por haber besado a Eri-hime, de mi lista de cosas por hacer antes de morirme ya solo quedaba matar a la Amekage y el Kusakage.
Sin embargo, era consciente de que si miraba mi rostro se diera cuenta que solo era un chaval del montón, músculos ¿eso qué era?, ¿delicadeza? No en mi cara. Siempre había asumido que mi pelo tiene más protagonismo que mi apariencia y mis palabras.
— Esto... Yo... Uhm... Erh... Me... ¡Qu-Quiero dangos!
— Vaaaaale... No sé donde vamos a encontrar dangos a estas horas pero ¡se intentará!
En ese mismo instante una voz resonó desde la calle que conectaba las casas a primera linea de playa.
— ¡Dangos para paseos nocturnos! Ricos dangos antes de irse a dormir.
Era bastante increible que hubiera un vendedor de dangos cerca, seguramente Eri había olido los dangos y por eso me los había pedido, sino todo esto sería un poco demasiado casualidad. Qué olfato tiene Eri-hime, se nota que es de una raza superior a los humanos normales y corrientes.
— Espera aquí, yo voy a por los dangos.
Dicho eso iría tras el hombre dangero, apareciendo unos segundos más tarde con una cajita con dos palos de tres dangos cada uno cubiertos con una capa de salsa dulce que no voy a destripar sus ingredientes porque no soy chef y no tengo ni idea sobre cómo se hacen los dangos.
— Ten, coge los que quieras.
Una vez le hubiera ofrecido los dangos y ella hubiera cogido uno de los palos o ambos, me sentaría en la arena esperando que ella me imitase.
— ¿Qué hacías bañandote a estas horas, Eri-chan? Vas a coger un resfriado.
Sin embargo, era consciente de que si miraba mi rostro se diera cuenta que solo era un chaval del montón, músculos ¿eso qué era?, ¿delicadeza? No en mi cara. Siempre había asumido que mi pelo tiene más protagonismo que mi apariencia y mis palabras.
— Esto... Yo... Uhm... Erh... Me... ¡Qu-Quiero dangos!
— Vaaaaale... No sé donde vamos a encontrar dangos a estas horas pero ¡se intentará!
En ese mismo instante una voz resonó desde la calle que conectaba las casas a primera linea de playa.
— ¡Dangos para paseos nocturnos! Ricos dangos antes de irse a dormir.
Era bastante increible que hubiera un vendedor de dangos cerca, seguramente Eri había olido los dangos y por eso me los había pedido, sino todo esto sería un poco demasiado casualidad. Qué olfato tiene Eri-hime, se nota que es de una raza superior a los humanos normales y corrientes.
— Espera aquí, yo voy a por los dangos.
Dicho eso iría tras el hombre dangero, apareciendo unos segundos más tarde con una cajita con dos palos de tres dangos cada uno cubiertos con una capa de salsa dulce que no voy a destripar sus ingredientes porque no soy chef y no tengo ni idea sobre cómo se hacen los dangos.
— Ten, coge los que quieras.
Una vez le hubiera ofrecido los dangos y ella hubiera cogido uno de los palos o ambos, me sentaría en la arena esperando que ella me imitase.
— ¿Qué hacías bañandote a estas horas, Eri-chan? Vas a coger un resfriado.
—Nabi—