29/05/2017, 20:35
—Tampoco es habitual sonrojarse de esa forma, ¿sabes? —le advirtió Kaido, y Ayame se odió a sí misma cuando sintió que se sonrojaba aún más—. Pero no te preocupes, si hay algo que corre rápido en Amegakure además del agua, son los rumores. Si tienes un noviecillo, sea Hozuki o no, ya lo sabremos —sentenció, con aquella escalofriante sonrisa suya.
«Lo último que haría en mi vida sería salir con un Hōzuki.» Pensó para sí, pero nunca llegó a formular aquella frase en voz alta.
Con respecto a su pregunta sobre el ansiado evento que habían acudido a ver, Kaido no tardó en responder:
—La verdad es que no, pero si mal no recuerdo... en los costos de estadía venía incluido una especie de guía turística por la ciudad. Supongo que te lo habrá ofrecido a ti también, ¿o no? —le preguntó, y Ayame asintió. Kaido apartó el plato a un lado, se limpió las fauces con una servilleta y después se volvió hacia el camarero—. Quizás él puede decirnos. ¡Jozu-san, Jozu-san!
El hombre, servicial, no tardó en acercarse.
—Mi compañera aquí presente quiere saber en dónde, y cuándo veremos esa tal línea de los Dioses. ¿Podrías ser tan jodidamente amable de darnos indicaciones?
—Señorita, el fenómeno se dará hoy a eso de las cuatro de la tarde. Jiru-sama preparará una comitiva de turismo dentro de una hora, aproximadamente, donde llevará a todos sus huéspedes a un paseo guiado por la ciudad. Hay que atravesar Kodoku de cabo a rabo y llegar hasta los límites de la frontera, ahí es donde sucede la magia.
—Muchas gracias, Joru-san —respondió Ayame, con una ligera inclinación de cabeza. Pensativa, se llevó una mano al mentón—. Una hora, entonces... No es mucho tiempo. Deberíamos ir preparándonos y eso.
Tampoco quedaba nada en el plato con lo que gastar el tiempo, más allá de la conversación que estaban teniendo. Y, a decir verdad, Ayame no tenía muchas ganas de continuar caminando al filo del abismo, temiendo ser descubierta a cada intercambio de frases entre ambos. Así, apoyó ambas manos sobre la mesa y se reincorporó.
—¿Nos vemos entonces dentro de una hora? —le preguntó, con todas las intenciones de subir a su habitación.
«Lo último que haría en mi vida sería salir con un Hōzuki.» Pensó para sí, pero nunca llegó a formular aquella frase en voz alta.
Con respecto a su pregunta sobre el ansiado evento que habían acudido a ver, Kaido no tardó en responder:
—La verdad es que no, pero si mal no recuerdo... en los costos de estadía venía incluido una especie de guía turística por la ciudad. Supongo que te lo habrá ofrecido a ti también, ¿o no? —le preguntó, y Ayame asintió. Kaido apartó el plato a un lado, se limpió las fauces con una servilleta y después se volvió hacia el camarero—. Quizás él puede decirnos. ¡Jozu-san, Jozu-san!
El hombre, servicial, no tardó en acercarse.
—Mi compañera aquí presente quiere saber en dónde, y cuándo veremos esa tal línea de los Dioses. ¿Podrías ser tan jodidamente amable de darnos indicaciones?
—Señorita, el fenómeno se dará hoy a eso de las cuatro de la tarde. Jiru-sama preparará una comitiva de turismo dentro de una hora, aproximadamente, donde llevará a todos sus huéspedes a un paseo guiado por la ciudad. Hay que atravesar Kodoku de cabo a rabo y llegar hasta los límites de la frontera, ahí es donde sucede la magia.
—Muchas gracias, Joru-san —respondió Ayame, con una ligera inclinación de cabeza. Pensativa, se llevó una mano al mentón—. Una hora, entonces... No es mucho tiempo. Deberíamos ir preparándonos y eso.
Tampoco quedaba nada en el plato con lo que gastar el tiempo, más allá de la conversación que estaban teniendo. Y, a decir verdad, Ayame no tenía muchas ganas de continuar caminando al filo del abismo, temiendo ser descubierta a cada intercambio de frases entre ambos. Así, apoyó ambas manos sobre la mesa y se reincorporó.
—¿Nos vemos entonces dentro de una hora? —le preguntó, con todas las intenciones de subir a su habitación.