29/05/2017, 21:44
Un sonido particular rompió la concentración en el descenso del calvo. Lo hizo detener y mirar hacia arriba sin poder creer lo que había escuchado.
«No me digas que....»
Las patas del equino se asomaron, Karamaru estaba paralizado por la sensación que le había dejado aquel chillido, uno que todavía no sabía si existió o fue su imaginación. Ensimismado en sus pensamientos dubitativos, tratando de decodificar una señal que era clara, pero él no lo quería entender.
El caballo cayó, golpeó la roca y el sonido se volvió a escuchar para confirmar las dudas.
«Está... está... vivo...»
Soltó una mano para llevarsela a la boca, por primera vez en su vida veía una maldad de tales dimensiones, pero el terreno no se lo permitió. En cuanto soltó su mano del soporte, la pared del cañon se resquebrajo y lo único que podía hacer era caer, cerrar los ojos y caer.
Sintió el viento a toda velocidad que golpeaba su espalda y su nuca, que movía sus orejas y que poco a poco le hacia cerrar los ojos a pesar de no impactar directamente en ellos. Vio al caballo pasar, cayendo más rápido que él, con la incógnita de saber si todavía su corazón palpitaba. Y en ese instante, no vio nada. Sus ojos se cerraron y su mente se alejó.
Caía inconsciente.
Su despertar fue duro, peor que el de aquellas resacas que aún no habían llegado en joven vida. Se sentía adolorido y húmedo, manchado de tierra e incapaz de moverse. Pero sus ojos se abrieron lentamente, comenzó a darse cuenta que yacía en el suelo y que poco a poco empezaba a llegar sangre a sus extremidades. Levantó su cabeza y se llevó su mano a la cara para sacarse la tierra que tenía.
Arrastró la palma en la mejilla y la humedad, viscosa, se hizo notable. Estaba cubierto en un líquido asqueroso, parecido al agua, pero viscoso, con feo olor y algunas burbujas en su composición. Sacudió la mano en el aire antes de levantarse por completo, aunque costandole bastante esfuerzo, y miró su cuerpo entero. Cada superficie de su piel y vestimenta tenía una capa de esa asquerosidad.
Sin mirar a su entorno, comenzó a sacudir sus extremidades y pasar su mano por su torso y cabeza para tratar de limpiarse un poco de toda la mugre que portaba.
«No me digas que....»
Las patas del equino se asomaron, Karamaru estaba paralizado por la sensación que le había dejado aquel chillido, uno que todavía no sabía si existió o fue su imaginación. Ensimismado en sus pensamientos dubitativos, tratando de decodificar una señal que era clara, pero él no lo quería entender.
El caballo cayó, golpeó la roca y el sonido se volvió a escuchar para confirmar las dudas.
«Está... está... vivo...»
Soltó una mano para llevarsela a la boca, por primera vez en su vida veía una maldad de tales dimensiones, pero el terreno no se lo permitió. En cuanto soltó su mano del soporte, la pared del cañon se resquebrajo y lo único que podía hacer era caer, cerrar los ojos y caer.
Sintió el viento a toda velocidad que golpeaba su espalda y su nuca, que movía sus orejas y que poco a poco le hacia cerrar los ojos a pesar de no impactar directamente en ellos. Vio al caballo pasar, cayendo más rápido que él, con la incógnita de saber si todavía su corazón palpitaba. Y en ese instante, no vio nada. Sus ojos se cerraron y su mente se alejó.
Caía inconsciente.
...
Su despertar fue duro, peor que el de aquellas resacas que aún no habían llegado en joven vida. Se sentía adolorido y húmedo, manchado de tierra e incapaz de moverse. Pero sus ojos se abrieron lentamente, comenzó a darse cuenta que yacía en el suelo y que poco a poco empezaba a llegar sangre a sus extremidades. Levantó su cabeza y se llevó su mano a la cara para sacarse la tierra que tenía.
Arrastró la palma en la mejilla y la humedad, viscosa, se hizo notable. Estaba cubierto en un líquido asqueroso, parecido al agua, pero viscoso, con feo olor y algunas burbujas en su composición. Sacudió la mano en el aire antes de levantarse por completo, aunque costandole bastante esfuerzo, y miró su cuerpo entero. Cada superficie de su piel y vestimenta tenía una capa de esa asquerosidad.
Sin mirar a su entorno, comenzó a sacudir sus extremidades y pasar su mano por su torso y cabeza para tratar de limpiarse un poco de toda la mugre que portaba.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘