3/06/2017, 01:12
(Última modificación: 3/06/2017, 01:15 por Uzumaki Eri.)
Al principio todo fue despacio hasta que tomó color el asunto, sobre todo cuando Nabi cambió las tornas y fue él el que profundizó el roce que terminó con ambos en el sofá sin separar sus cuerpos ni un ápice, dos jóvenes demostrándose aquel sentimiento que todos ansían tener en el mundo pero que no todos consiguen: amor.
Cuando sus pulmones luchaban con su corazón para apartarse y volver a respirar, el Senju cortó el contacto y se separó lo suficiente para mirar a Eri a los ojos, y ella no perdía de vista los suyos, con los labios entreabiertos y soltando pequeños jadeos al necesitar llenar sus pulmones de aire de nuevo.
Los labios del rubio también se encontraban separados, y tras encontrarse en un cómodo silencio, al final fue cortado para decir lo que Eri menos se esperaba en el mundo en aquel momento, y, seguramente, lo más esperado por cualquier otra persona.
— Te amo, Furukawa Eri.
Ella abrió los ojos incluso más de lo que estaban, luego se llevó una mano al pecho, intentando sofocar los latidos desbordantes de su corazón ya olvidado porque su dueña ahora tenía la vista fijada en otra persona.
— Y yo a ti.
Fue un murmullo, el mismo tono que él había utilizado, sin embargo esta vez no se escondió ni viró los ojos, esta vez se lo dijo con su mirada puesta en la suya.
Y se abrazó a él como había hecho en la playa, ocultando su cabeza en el pecho del chico para acomodarse mejor, pasando una mano por encima de su cuerpo mientras la otra todavía sujetaba su mejilla.
— ¿Ahora qué pasará?
Sabía qué iba a pasar, no era tonta y conocía lo que venía a continuación, sin embargo quería escucharlo de los labios del chico, quería escucharle decir lo que ella todavía no se atrevía a pensar si quiera, sin embargo, aun teniendo la escasa edad de trece y catorce años, sus vidas estaban marcadas al elegir esa profesión, y es que ser ninja no era una tarea fácil, un día podías estar de misión y al siguiente simplemente no llegar a tu casa y decirle a tu pareja que la quieres, ni mirar a tus hijos a la cara para después desordenarles el pelo...
Por eso, Eri aquella noche simplemente quería pensar en lo que ella sentía y no pensar en todo lo demás.
Cuando sus pulmones luchaban con su corazón para apartarse y volver a respirar, el Senju cortó el contacto y se separó lo suficiente para mirar a Eri a los ojos, y ella no perdía de vista los suyos, con los labios entreabiertos y soltando pequeños jadeos al necesitar llenar sus pulmones de aire de nuevo.
Los labios del rubio también se encontraban separados, y tras encontrarse en un cómodo silencio, al final fue cortado para decir lo que Eri menos se esperaba en el mundo en aquel momento, y, seguramente, lo más esperado por cualquier otra persona.
— Te amo, Furukawa Eri.
Ella abrió los ojos incluso más de lo que estaban, luego se llevó una mano al pecho, intentando sofocar los latidos desbordantes de su corazón ya olvidado porque su dueña ahora tenía la vista fijada en otra persona.
— Y yo a ti.
Fue un murmullo, el mismo tono que él había utilizado, sin embargo esta vez no se escondió ni viró los ojos, esta vez se lo dijo con su mirada puesta en la suya.
Y se abrazó a él como había hecho en la playa, ocultando su cabeza en el pecho del chico para acomodarse mejor, pasando una mano por encima de su cuerpo mientras la otra todavía sujetaba su mejilla.
— ¿Ahora qué pasará?
Sabía qué iba a pasar, no era tonta y conocía lo que venía a continuación, sin embargo quería escucharlo de los labios del chico, quería escucharle decir lo que ella todavía no se atrevía a pensar si quiera, sin embargo, aun teniendo la escasa edad de trece y catorce años, sus vidas estaban marcadas al elegir esa profesión, y es que ser ninja no era una tarea fácil, un día podías estar de misión y al siguiente simplemente no llegar a tu casa y decirle a tu pareja que la quieres, ni mirar a tus hijos a la cara para después desordenarles el pelo...
Por eso, Eri aquella noche simplemente quería pensar en lo que ella sentía y no pensar en todo lo demás.