4/06/2017, 19:16
El gyojin aguardó pacientemente a la llegada de su compañera de aldea. Incluso llegó a pensar que, por razones evidentes —y no la culpaba para nada— la pequeña se había tomado la libertad de salir corriendo de nuevo del hostal, con el fin de no volverle a ver la cara al escualo. Era una reacción cuanto menos entendible, aunque se sentía ligeramente engañado debido al buen y decente comportamiento que había tenido Ayame en el almuerzo con él a pesar de... todo el drama, los gritos y las lágrimas que Kaido hubo provocado en un principio.
Para la suerte de Ayame (puesto que el remordimiento y la venganza no era precisamente lo que alguien quisiese causarle al temible tiburón de Amegakure) ésta finalmente hizo acto de aparición en la concentración del hostal, disculpándose por haber llegado tarde.
Jiru le restó importancia al asunto con su brazo de mastodonte y sonrió galante, sonrojando sus obesas mejillas al sonreír. Se tomó la libertad de moverse hasta el frente de la pequeña multitud, y enunció de nuevo uno de sus tan practicados cánticos de recepcionista.
—¡Bien, mis queridos huéspedes! es hora de partir hacia la frontera para presenciar el misterioso fenómeno de la Línea de los Dioses, donde el agua, el cielo y la tierra son uno sólo, pero sin llegar a tocarse. ¡Un evento magnífico que sólo sucede cada tres años! —luego, a ella, se le unió Jozu, quien ya no lucía como un cocinero. Se tomaron ambos de la mano y ambos sonrieron, aunque a Jozu el bigote no le dejó revelar su buen ánimo—. caminaremos unos quince minutos aproximadamente hasta dejar la ciudad de Kodoku por la zona norte. Sigan el paso y no se pierdan, ¡no podemos llegar tarde!
Y con la euforia del momento, aquella mujer se movió hasta los linderos del exterior y comenzó a caminar a paso agigantado, casi dando de saltos y con la alegría como estandarte. Era una mujer muy carismática, de eso no había duda.
Así pues, la comitiva de viaje del Hostal de Jiru-sama comenzó su trayecto hacia la frontera. En los primeros cien metros, todos los transeúntes pudieron ir comprobando como también otras pequeñas "camadas" de personas salientes de otras entidades de hospedaje se iban uniendo al camino, donde poco después, formó una avalancha multitudinaria de gente cuyo destino era el mismo.
—Oye, dime algo, Ayame: —indagó—. ¿y cómo vas con los preparativos para el examen de chunin? se rumorea que están a la vuelta de la esquina.
Para la suerte de Ayame (puesto que el remordimiento y la venganza no era precisamente lo que alguien quisiese causarle al temible tiburón de Amegakure) ésta finalmente hizo acto de aparición en la concentración del hostal, disculpándose por haber llegado tarde.
Jiru le restó importancia al asunto con su brazo de mastodonte y sonrió galante, sonrojando sus obesas mejillas al sonreír. Se tomó la libertad de moverse hasta el frente de la pequeña multitud, y enunció de nuevo uno de sus tan practicados cánticos de recepcionista.
—¡Bien, mis queridos huéspedes! es hora de partir hacia la frontera para presenciar el misterioso fenómeno de la Línea de los Dioses, donde el agua, el cielo y la tierra son uno sólo, pero sin llegar a tocarse. ¡Un evento magnífico que sólo sucede cada tres años! —luego, a ella, se le unió Jozu, quien ya no lucía como un cocinero. Se tomaron ambos de la mano y ambos sonrieron, aunque a Jozu el bigote no le dejó revelar su buen ánimo—. caminaremos unos quince minutos aproximadamente hasta dejar la ciudad de Kodoku por la zona norte. Sigan el paso y no se pierdan, ¡no podemos llegar tarde!
Y con la euforia del momento, aquella mujer se movió hasta los linderos del exterior y comenzó a caminar a paso agigantado, casi dando de saltos y con la alegría como estandarte. Era una mujer muy carismática, de eso no había duda.
Así pues, la comitiva de viaje del Hostal de Jiru-sama comenzó su trayecto hacia la frontera. En los primeros cien metros, todos los transeúntes pudieron ir comprobando como también otras pequeñas "camadas" de personas salientes de otras entidades de hospedaje se iban uniendo al camino, donde poco después, formó una avalancha multitudinaria de gente cuyo destino era el mismo.
—Oye, dime algo, Ayame: —indagó—. ¿y cómo vas con los preparativos para el examen de chunin? se rumorea que están a la vuelta de la esquina.