4/06/2017, 19:24
(Última modificación: 29/07/2017, 02:40 por Amedama Daruu.)
—¡Oh, hola, pequeñajo! Debes de ser amigo de Ayame, ¿sí?
—¿Eh? —Daruu torció la cabeza, como un perro cuando no entiende lo que le quiere decir su dueño. «¿Pequeñajo? ¿"Pequeñajo"?»
La cabecita de Ayame se asomó por detrás de aquél hombre. Sonrió timidamente, y le saludó:
—¡Hola, Daruu-san! —Daruu la miró y la vio mirando alternativamente a Karoi y a él mismo. Al darse cuenta de lo que Daruu estaba pidiendo con todo su cuerpo, contestó—: Ah, sí... Él es Karoi, mi... tío...
«¿No lo ha dicho muy convencida?»
Daruu hizo una pronunciada reverencia.
—¡Ah! Hola, encantado, soy Amedama Daruu, vecino y compañero de equipo de Ayame. Nos entrena K-Kori-sensei. —Torpemente, intentó explicar qué pintaba allí con esa escueta presentación.
—Mi madre me ha dicho que vas a participar en el Torneo de... de los Dojos. Así que pensé que podríamos ir hacia allá juntos. ¿No?
—Me parece correcto. —Contestó el padre de Ayame.
«¿Y ya... ya está?»
Por alguna razón, Daruu esperaba que el padre de Ayame se negase a tal proposición. Su madre le había contado que era un cascarrabias y un cabezón, aunque...
Ah, claro. Ya lo entendía.
Daruu era un muchacho perspicaz e inteligente, y acababa de entender lo que estaba pasando allí. Primero, Ayame había hablado de su tío como si no estuviera siquiera segura de que era su tío. Eso es que se conocían muy poco, o que hacía tiempo que no se veían. Desde luego, Daruu no había visto a Karoi en su vida. Unías eso con los gritos de antes y todo ese escándalo y enseguida te dabas cuenta de que estaba ocurriendo toda una discusión familiar.
Y Daruu absolutamente deseaba no meterse en medio.
—¡Me niego! —volvió a gritar Zetsuo—. Prefiero mil veces que los chicos vayan solos a que alguien... como tú los acompañe! Además, nadie excepto los participantes tiene permiso para entrar en el valle.
—¡Oh, vamos! Nadie impide que se les escolte hasta el lugar. ¡De paso podemos retomar el tiempo perdido y conocernos mejor! ¿Eh, pequeñaja?
Ayame pegó un respingo cuando se vio incluida en la conversación.
—Yo... bueno... supongo... si a Daruu-san no le importa...
—¿Lo ves? A ella no le importa —le increpó Karoi. Pero Zetsuo estaba observando la escena con atención, con los ojos entrecerrados y todo el cuerpo en tensión. Como si en cualquier momento fuera a saltar sobre Karoi para estrangularlo—. ¿Y tú qué dices? ¿Daruu era tu nombre?
Daruu observaba la escena a través de una pantalla de vídeo imaginaria, esperando el momento en el que alguno de los dos bandos cediera y pudiera escapar de la tragicomedia. Pero ahora que le habían preguntado directamente, no tenía más remedio que decir algo. ¿Pero qué diría, qué diría?
—Yo... —comenzó a hablar—. Yo... sólo quiero ir a los dojos, me da igual si alguien nos acompaña o no. No quiero discutir con nadie. Lo siento. —Levantó la mirada y se refugió en Karoi, luego en Ayame, y luego en Zetsuo con los ojos llorosos.
«Maldita sea, no me metáis en esto. Yo venía tranquilamente a algo que se supone que va a ser guay. ¡Jopé!»
—¿Eh? —Daruu torció la cabeza, como un perro cuando no entiende lo que le quiere decir su dueño. «¿Pequeñajo? ¿"Pequeñajo"?»
La cabecita de Ayame se asomó por detrás de aquél hombre. Sonrió timidamente, y le saludó:
—¡Hola, Daruu-san! —Daruu la miró y la vio mirando alternativamente a Karoi y a él mismo. Al darse cuenta de lo que Daruu estaba pidiendo con todo su cuerpo, contestó—: Ah, sí... Él es Karoi, mi... tío...
«¿No lo ha dicho muy convencida?»
Daruu hizo una pronunciada reverencia.
—¡Ah! Hola, encantado, soy Amedama Daruu, vecino y compañero de equipo de Ayame. Nos entrena K-Kori-sensei. —Torpemente, intentó explicar qué pintaba allí con esa escueta presentación.
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—Mi madre me ha dicho que vas a participar en el Torneo de... de los Dojos. Así que pensé que podríamos ir hacia allá juntos. ¿No?
—Me parece correcto. —Contestó el padre de Ayame.
«¿Y ya... ya está?»
Por alguna razón, Daruu esperaba que el padre de Ayame se negase a tal proposición. Su madre le había contado que era un cascarrabias y un cabezón, aunque...
Ah, claro. Ya lo entendía.
Daruu era un muchacho perspicaz e inteligente, y acababa de entender lo que estaba pasando allí. Primero, Ayame había hablado de su tío como si no estuviera siquiera segura de que era su tío. Eso es que se conocían muy poco, o que hacía tiempo que no se veían. Desde luego, Daruu no había visto a Karoi en su vida. Unías eso con los gritos de antes y todo ese escándalo y enseguida te dabas cuenta de que estaba ocurriendo toda una discusión familiar.
Y Daruu absolutamente deseaba no meterse en medio.
—¡Me niego! —volvió a gritar Zetsuo—. Prefiero mil veces que los chicos vayan solos a que alguien... como tú los acompañe! Además, nadie excepto los participantes tiene permiso para entrar en el valle.
—¡Oh, vamos! Nadie impide que se les escolte hasta el lugar. ¡De paso podemos retomar el tiempo perdido y conocernos mejor! ¿Eh, pequeñaja?
Ayame pegó un respingo cuando se vio incluida en la conversación.
—Yo... bueno... supongo... si a Daruu-san no le importa...
—¿Lo ves? A ella no le importa —le increpó Karoi. Pero Zetsuo estaba observando la escena con atención, con los ojos entrecerrados y todo el cuerpo en tensión. Como si en cualquier momento fuera a saltar sobre Karoi para estrangularlo—. ¿Y tú qué dices? ¿Daruu era tu nombre?
Daruu observaba la escena a través de una pantalla de vídeo imaginaria, esperando el momento en el que alguno de los dos bandos cediera y pudiera escapar de la tragicomedia. Pero ahora que le habían preguntado directamente, no tenía más remedio que decir algo. ¿Pero qué diría, qué diría?
—Yo... —comenzó a hablar—. Yo... sólo quiero ir a los dojos, me da igual si alguien nos acompaña o no. No quiero discutir con nadie. Lo siento. —Levantó la mirada y se refugió en Karoi, luego en Ayame, y luego en Zetsuo con los ojos llorosos.
«Maldita sea, no me metáis en esto. Yo venía tranquilamente a algo que se supone que va a ser guay. ¡Jopé!»