5/06/2017, 20:32
(Última modificación: 5/06/2017, 20:34 por Umikiba Kaido.)
Que cómo lo llevaba él, já...
—Mal, Ayame, mal. Muy mal. Resulta y acontece que los dos compañeros asignados a mi equipo desaparecieron de la faz de oonindo, y después de la primera misión, más nunca supe de ellos. El sensei del que te hablé hace un rato tampoco se ha dignado a buscarme para tomar otra misión, y a éste paso, yo tampoco cumpliré con los malditos requisitos para el jodido examen de chunin.
Se le escuchaba afligido, como si aquello fuese una verdadera tragedia. Y es que para él, un joven que vive sencillamente de las apariencias y de la grandeza de poder con la que se ha ilusionado tener desde pequeño, las posibilidades de ascender de rango lo más pronto posible era una necesidad, más que un objetivo. Porque, de buenas a primeras, tenía mucho que demostrarle no sólo al mundo, nisiquiera a sí mismo, sino a ellos, los Hōzuki.
—Me jode, coño, me jode. Sin equipo, sin sensei, más solo que un pez fuera de su cardumen. Y me jode también admitirlo, pero no sé como voy a cumplir todos los requisitos en solitario.
Todo lo dicho tenía un tono muy personal, información que sólo compartía en determinadas ocasiones y a pocas personas. Pensó que el que Ayame supiera su principal aflicción no representaría ningún peligro, de alguna forma, sentía que podía confiar en ella. ¿Pero podría confiar ella de él, en contraposición?
—Mal, Ayame, mal. Muy mal. Resulta y acontece que los dos compañeros asignados a mi equipo desaparecieron de la faz de oonindo, y después de la primera misión, más nunca supe de ellos. El sensei del que te hablé hace un rato tampoco se ha dignado a buscarme para tomar otra misión, y a éste paso, yo tampoco cumpliré con los malditos requisitos para el jodido examen de chunin.
Se le escuchaba afligido, como si aquello fuese una verdadera tragedia. Y es que para él, un joven que vive sencillamente de las apariencias y de la grandeza de poder con la que se ha ilusionado tener desde pequeño, las posibilidades de ascender de rango lo más pronto posible era una necesidad, más que un objetivo. Porque, de buenas a primeras, tenía mucho que demostrarle no sólo al mundo, nisiquiera a sí mismo, sino a ellos, los Hōzuki.
—Me jode, coño, me jode. Sin equipo, sin sensei, más solo que un pez fuera de su cardumen. Y me jode también admitirlo, pero no sé como voy a cumplir todos los requisitos en solitario.
Todo lo dicho tenía un tono muy personal, información que sólo compartía en determinadas ocasiones y a pocas personas. Pensó que el que Ayame supiera su principal aflicción no representaría ningún peligro, de alguna forma, sentía que podía confiar en ella. ¿Pero podría confiar ella de él, en contraposición?