6/06/2017, 23:57
(Última modificación: 29/07/2017, 02:42 por Amedama Daruu.)
El túnel actuaba como una caja de insonorización, alejando el terrorífico sonido de los truenos pero dejándolos a merced de la iluminación de unos tubos fluorescentes que estaban colgados del techo y cuya estabilidad era bien dudosa. En más de una ocasión, Ayame pegó un brinco cuando uno de ellos se apagó de repente o, simplemente, parpadeó. Sin embargo, el sonido de las voces de las dos personas que la acompañaban conseguían que se olvidara fácilmente del miedo que estaba sintiendo, y enseguida se relajó.
—Igual ha sido un uzureño que nos tiene miedo y ha saboteado el túnel —bromeó Daruu, encogiéndose de hombros.
—¡Venga ya! ¿Hasta aquí van a venir a hacernos la jugarreta? —rio Ayame.
Karoi también se encogió de hombros y, para estupefacción de los dos chicos, sugirió jugar al veo-veo para entretenerse.
—Jugar al veo-veo contra un Hyuuga sólo os traerá una derrota inevitable —respondió Daruu, hinchado como un pavo—. Y así no tiene gracia.
—¡Pues no lo actives, tramposo! —replicó Karoi, dándole un golpecito amigable en el hombro y Daruu se acarició la zona riendo—. Va, venga, no seáis aburridos. Empiezo yo: Veo veo.
—¿Qué ves? —respondió Daruu.
—Una cosita.
—¿Y qué cosita es? —intervino Ayame, cantarina.
—Empieza por la letra... ¡Hache!
«¿Hormiga?»
—Hormigón —respondió Daruu, y Ayame se sonrojó sintiéndose idiota.
—Eres bueno, chico —dijo Karoi, y parecía sorprendido—. Ahora tú, venga.
Daruu resopló y se rascó detrás de la nuca.
—Venga ya —se quejó—. ¿En serio tengo que hacer esto?
—¡Sosooo! —le picó Karoi.
—Veo veooo... —Suspiró, rendido.
—¿Qué ves?
—Una cositaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
Ayame ahogó un grito cuando sintió que su cuerpo se aceleraba bruscamente y sus pies despegaban del suelo. La gravedad los atrapó y en el momento en el que cayeron sobre la cinta transportadora Ayame, en un acto inconsciente, hizo gala de sus habilidades y su cuerpo estalló súbitamente en agua que empapó de los pies a la cabeza a sus dos acompañantes.
—¡¿Q... Qué ocurre?! —exclamó, nada más recuperar su forma corpórea.
—¡La cinta se ha activado de golpe! ¿¡Pero qué narices!? —dijo Daruu, tan sorprendido como los demás—. ¿¡Nadie pensó en instalar un sistema de megafonía para avisar!?
—¡Han debido arreglar la cinta! ¡Y no sé si alegrarme o enfurecerme con esos idiotas! —maldijo Karoi, antes de volverse hacia Ayame—. ¡Oye! ¡No sabía que ya dominabas el Suika!
Ella apartó la mirada, acongojada. Se sentía orgullosa de sus habilidades, pero al mismo tiempo rehuía continuamente de su origen como Hōzuki. La verdad, no recordaba cómo había llegado a desarrollar aquella técnica. La primera vez que recordaba haberse convertido en agua fue cuando ella tenía cuatro años, más o menos, y estaba a punto de recibir un pelotazo en la cabeza...
El acto había sido totalmente reflejo.
—Igual ha sido un uzureño que nos tiene miedo y ha saboteado el túnel —bromeó Daruu, encogiéndose de hombros.
—¡Venga ya! ¿Hasta aquí van a venir a hacernos la jugarreta? —rio Ayame.
Karoi también se encogió de hombros y, para estupefacción de los dos chicos, sugirió jugar al veo-veo para entretenerse.
—Jugar al veo-veo contra un Hyuuga sólo os traerá una derrota inevitable —respondió Daruu, hinchado como un pavo—. Y así no tiene gracia.
—¡Pues no lo actives, tramposo! —replicó Karoi, dándole un golpecito amigable en el hombro y Daruu se acarició la zona riendo—. Va, venga, no seáis aburridos. Empiezo yo: Veo veo.
—¿Qué ves? —respondió Daruu.
—Una cosita.
—¿Y qué cosita es? —intervino Ayame, cantarina.
—Empieza por la letra... ¡Hache!
«¿Hormiga?»
—Hormigón —respondió Daruu, y Ayame se sonrojó sintiéndose idiota.
—Eres bueno, chico —dijo Karoi, y parecía sorprendido—. Ahora tú, venga.
Daruu resopló y se rascó detrás de la nuca.
—Venga ya —se quejó—. ¿En serio tengo que hacer esto?
—¡Sosooo! —le picó Karoi.
—Veo veooo... —Suspiró, rendido.
—¿Qué ves?
—Una cositaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
Ayame ahogó un grito cuando sintió que su cuerpo se aceleraba bruscamente y sus pies despegaban del suelo. La gravedad los atrapó y en el momento en el que cayeron sobre la cinta transportadora Ayame, en un acto inconsciente, hizo gala de sus habilidades y su cuerpo estalló súbitamente en agua que empapó de los pies a la cabeza a sus dos acompañantes.
—¡¿Q... Qué ocurre?! —exclamó, nada más recuperar su forma corpórea.
—¡La cinta se ha activado de golpe! ¿¡Pero qué narices!? —dijo Daruu, tan sorprendido como los demás—. ¿¡Nadie pensó en instalar un sistema de megafonía para avisar!?
—¡Han debido arreglar la cinta! ¡Y no sé si alegrarme o enfurecerme con esos idiotas! —maldijo Karoi, antes de volverse hacia Ayame—. ¡Oye! ¡No sabía que ya dominabas el Suika!
Ella apartó la mirada, acongojada. Se sentía orgullosa de sus habilidades, pero al mismo tiempo rehuía continuamente de su origen como Hōzuki. La verdad, no recordaba cómo había llegado a desarrollar aquella técnica. La primera vez que recordaba haberse convertido en agua fue cuando ella tenía cuatro años, más o menos, y estaba a punto de recibir un pelotazo en la cabeza...
El acto había sido totalmente reflejo.