7/06/2017, 01:00
Lo escucho reír y solo se le quedo viendo sin decir o hacer nada, al menos hasta que el otro comenzó a hablar y respondió a sus preguntas. Ella también dejo escapar algunas risitas cuando le escucho mencionar que no recordaba el contenido de su maleta "que olvidadizo" pensó mientras intentaba contener algunas carcajadas. Una vez se calmó y las risas dejaron de brotar, ladeo el rostro observándolo a causa de la pregunta que acaba de hacerle - mmm - se llevó una mano al mentón pensativa, frunciendo el ceño apenas.
Yoshimitsu... -repitió, buscando no olvidar el apellido - creo que no - confeso después de algunos minutos de mucho pensar y no encontrar alguna respuesta - ¿porque los buscas? - pregunto curiosa, siendo tan fisgona como siempre - ¿son amigos tuyos? - cuestiono, emocionándose por alguna razón ¡Quería saber más! Sus ojos azules se abrieron grandes, casi podría decirse que brillaban - ¡vamos, vamos, cuéntame más! – exclamo mientras lo observaba expectante.
Se dio cuenta de que aun seguían en el corredor, vio hacia ambos extremos, asegurándose de que no hubiera nadie por ahí – hablemos en otra parte – y nuevamente lo tomo de un brazo y lo arrastro con ella hasta la entrada de la casa, abrió la puerta y en cuanto ambos estuvieron fuera la cerro despacio sin hacer mucho ruido.
Listo – murmuro la jovencita dándose vuelta para observar al de cabellos negros – ahora si podemos hablar – canturreo, dejándose caer ahí en el suelo, esperando que el contrario la acompañara.
Yoshimitsu... -repitió, buscando no olvidar el apellido - creo que no - confeso después de algunos minutos de mucho pensar y no encontrar alguna respuesta - ¿porque los buscas? - pregunto curiosa, siendo tan fisgona como siempre - ¿son amigos tuyos? - cuestiono, emocionándose por alguna razón ¡Quería saber más! Sus ojos azules se abrieron grandes, casi podría decirse que brillaban - ¡vamos, vamos, cuéntame más! – exclamo mientras lo observaba expectante.
Se dio cuenta de que aun seguían en el corredor, vio hacia ambos extremos, asegurándose de que no hubiera nadie por ahí – hablemos en otra parte – y nuevamente lo tomo de un brazo y lo arrastro con ella hasta la entrada de la casa, abrió la puerta y en cuanto ambos estuvieron fuera la cerro despacio sin hacer mucho ruido.
Listo – murmuro la jovencita dándose vuelta para observar al de cabellos negros – ahora si podemos hablar – canturreo, dejándose caer ahí en el suelo, esperando que el contrario la acompañara.