8/06/2017, 00:16
(Última modificación: 29/07/2017, 02:55 por Amedama Daruu.)
Daruu caminaba por las calles de lo que durante un tiempo sería su ciudad. Aunque, para ser sinceros, al lado de Amegakure aquello como mucho se podía llamar pueblo grande. No es una etiqueta despectiva, simplemente, era mucho más pequeño y los edificios mucho más tradicionales. ¡Y le gustaba!
Ahí lo tenéis, con la sonrisa de idiota plantada en la cara y silbando mientras mira a un lado y a otro y se maravilla con todos los dojos que hay.
¡Madre mía, un micropaís dedicado al entrenamiento! En cierta manera, estaba muy bien, y después de su renovado interés por mejorarse a sí mismo y superar al resto, el Valle de los Dojos parecía un paraíso.
Claro, eso hasta que uno ve el decimocuarto dojo. Ahí uno se empieza a cansar y se dirige a partes de la ciudad más ociosas. Ahora mismo estaba mirando el escaparate de una tiendecita donde vendían una especie de tortas de tomate frito con verdura por encima.
—¿Señor? —Daruu trató de llamar la atención a un señor mayor que parecía estar... ¿durmiendo? en una silla detrás del mostrador.
—¡Oh! Oh... —El anciano dio un respingo y se recompuso. Dio un pequeño salto, muy ágil para su edad, y se puso enfrente de él. El cristal le llegaba por la frente, de modo que Daruu tuvo que agacharse para verle la cara a través del vidrio.
—Esto... ¿Esto es pizza de verduras, no? Es que como ahí pone Koshoposhi...
—¡Otro jovenzuelo irrespetuoso! —espetó el viejo—. ¡Los Koshoposhi los fabrica mi familia desde generaciones! ¡Ahora no vas a venir tú, imberbe, a decirme cómo se llama esto!
Daruu podría haber tenido tres puntos dibujados en la cara perfectamente. Se dio la vuelta, metió las manos en los bolsillos y marchó, malhumorado.
—Es una pizza.
—¡¡¡UUAAAAAAAAAAARRR!!!
Ahí lo tenéis, con la sonrisa de idiota plantada en la cara y silbando mientras mira a un lado y a otro y se maravilla con todos los dojos que hay.
¡Madre mía, un micropaís dedicado al entrenamiento! En cierta manera, estaba muy bien, y después de su renovado interés por mejorarse a sí mismo y superar al resto, el Valle de los Dojos parecía un paraíso.
Claro, eso hasta que uno ve el decimocuarto dojo. Ahí uno se empieza a cansar y se dirige a partes de la ciudad más ociosas. Ahora mismo estaba mirando el escaparate de una tiendecita donde vendían una especie de tortas de tomate frito con verdura por encima.
—¿Señor? —Daruu trató de llamar la atención a un señor mayor que parecía estar... ¿durmiendo? en una silla detrás del mostrador.
—¡Oh! Oh... —El anciano dio un respingo y se recompuso. Dio un pequeño salto, muy ágil para su edad, y se puso enfrente de él. El cristal le llegaba por la frente, de modo que Daruu tuvo que agacharse para verle la cara a través del vidrio.
—Esto... ¿Esto es pizza de verduras, no? Es que como ahí pone Koshoposhi...
—¡Otro jovenzuelo irrespetuoso! —espetó el viejo—. ¡Los Koshoposhi los fabrica mi familia desde generaciones! ¡Ahora no vas a venir tú, imberbe, a decirme cómo se llama esto!
Daruu podría haber tenido tres puntos dibujados en la cara perfectamente. Se dio la vuelta, metió las manos en los bolsillos y marchó, malhumorado.
—Es una pizza.
—¡¡¡UUAAAAAAAAAAARRR!!!