8/06/2017, 22:21
— Lo que yo creo es que me ves con buenos ojos, yo no sería capaz de mantenerme firme a mí misma en los peores momentos, en cambio tu destilas un aura de seguridad al rededor de ti... Es increíble.
— Realmente no importa como te pongas en los peores momentos, esos momentos seran dos o tres, pero tú eres capaz de sacarle una sonrisa a las personas en el otro 90% de momentos. Dejame a mi los momentos duros y comparte tu alegría conmigo.
Eri-hime tardó un rato en contestarme de nuevo, pues casi no podía ni mantenerse despierta. Yo no dije nada, esperando lentamente el momento en que se quedara dormida.
— Solo porque tu quieres... Nabi-kun. Buenas noches...
— Buenas noches, Eri-hime.
Le susurré mientras seguía acariciando su pelo. Cada respiración que daba me penetraba más profundamente en lo mas hondo del corazón, nunca jamás en toda mi vida mi champú había olido tan bien. ¿Qué clase de magia usaba aquella pequeña criatura de Kami-sama para mejorar todo lo que tocaba? Yo mismo podría haber caído en el odio, perderme en mi oscuro pasado, en noches frías con lágrimas ardientes.
Pero su sonrisa y sus amables palabras día tras día me impedían entristecerme. Las noches no eran más que el preludio a la mañana en que podía verla. Incluso al acabar la academia, saber que cualquier día me podía cruzar con ella por las calles de la villa me bastaba para salir con todo lo que tenía. Su sola existencia era un mundo para mi.
Y ahora sentía sus latidos contra mi pecho, el calor de su aliento justo donde está mi corazón dando vida a la oración de que ella me alentó a vivir.
¿Cómo iba a dormir? ¿Cómo? Quería atesorar hasta el último de los segundos que la tuviera entre mis brazos para recordarlos el día que agonizara y pensar que todo había valido la pena. Cerré mis ojos para concentrarme en el resto de mis sentidos y me quedé fritisimo.
— Realmente no importa como te pongas en los peores momentos, esos momentos seran dos o tres, pero tú eres capaz de sacarle una sonrisa a las personas en el otro 90% de momentos. Dejame a mi los momentos duros y comparte tu alegría conmigo.
Eri-hime tardó un rato en contestarme de nuevo, pues casi no podía ni mantenerse despierta. Yo no dije nada, esperando lentamente el momento en que se quedara dormida.
— Solo porque tu quieres... Nabi-kun. Buenas noches...
— Buenas noches, Eri-hime.
Le susurré mientras seguía acariciando su pelo. Cada respiración que daba me penetraba más profundamente en lo mas hondo del corazón, nunca jamás en toda mi vida mi champú había olido tan bien. ¿Qué clase de magia usaba aquella pequeña criatura de Kami-sama para mejorar todo lo que tocaba? Yo mismo podría haber caído en el odio, perderme en mi oscuro pasado, en noches frías con lágrimas ardientes.
Pero su sonrisa y sus amables palabras día tras día me impedían entristecerme. Las noches no eran más que el preludio a la mañana en que podía verla. Incluso al acabar la academia, saber que cualquier día me podía cruzar con ella por las calles de la villa me bastaba para salir con todo lo que tenía. Su sola existencia era un mundo para mi.
Y ahora sentía sus latidos contra mi pecho, el calor de su aliento justo donde está mi corazón dando vida a la oración de que ella me alentó a vivir.
¿Cómo iba a dormir? ¿Cómo? Quería atesorar hasta el último de los segundos que la tuviera entre mis brazos para recordarlos el día que agonizara y pensar que todo había valido la pena. Cerré mis ojos para concentrarme en el resto de mis sentidos y me quedé fritisimo.
—Nabi—