9/06/2017, 12:13
Estaba felizmente soñando con montar unicornios, el mio era amarillo chillón y el de Eri-hime rosa chicle, juntos cabalgabamos hacia chuchelandia. El arcoiris nos cruzaba por encima y todo eran risas y sonrisas y alegría y chuches. Entonces algo dulce rozó mis labios y abrí los ojos de golpe.
Ante mi, a escasa distancia estaba ni más ni menos que Furukawa Eri, reposando sobre mi sofa en el que ambos habíamos dormido. Y lo que más me impactó fue su mirada de cariño y vergüenza como si hubieramos hecho algo... vergonzoso. Antes de poner mis pensamientos en orden perdí el equilibrio y fui directo al suelo, ya que había estado al borde del sofa toda la noche para evitar que Eri-hime se cayera.
La fatal caída puso todas mis neuronas en su sitio. Pero el sonrojo seguía ahí, esa mirada, seguro que había estado diciendo tonterias en sueños o roncando como un condenado a muerte. Lo mejor era reconquistarla a través de su estomago. Me puse en pie dispuesto a darlo todo.
— ¡Buenos días, Eri-chan! ¡A desayunar!
Puse una sartén del fuego y empecé a sacar cosas de la nevera.
— Tú no te preocupes que yo me ocupo, deberias mirar a ver como está tu ropa, que no es que la mía te quedé mal, te queda mejor que a mi, mucho mejor, tanto que me da vergüenza llevarla yo de lo bien que te queda. Pero supongo que no estaras muy comoda.
Lo decía por el hecho de que mi camiseta no estaba hecha ni preparada para una delantera como la de Eri-hime, por lo que a pesar de lo baja que era aún se le asomaba un poco el ombligo. Tampoco es que yo fuera especialmente alto, lo cual contribuia tambien.
Ante mi, a escasa distancia estaba ni más ni menos que Furukawa Eri, reposando sobre mi sofa en el que ambos habíamos dormido. Y lo que más me impactó fue su mirada de cariño y vergüenza como si hubieramos hecho algo... vergonzoso. Antes de poner mis pensamientos en orden perdí el equilibrio y fui directo al suelo, ya que había estado al borde del sofa toda la noche para evitar que Eri-hime se cayera.
La fatal caída puso todas mis neuronas en su sitio. Pero el sonrojo seguía ahí, esa mirada, seguro que había estado diciendo tonterias en sueños o roncando como un condenado a muerte. Lo mejor era reconquistarla a través de su estomago. Me puse en pie dispuesto a darlo todo.
— ¡Buenos días, Eri-chan! ¡A desayunar!
Puse una sartén del fuego y empecé a sacar cosas de la nevera.
— Tú no te preocupes que yo me ocupo, deberias mirar a ver como está tu ropa, que no es que la mía te quedé mal, te queda mejor que a mi, mucho mejor, tanto que me da vergüenza llevarla yo de lo bien que te queda. Pero supongo que no estaras muy comoda.
Lo decía por el hecho de que mi camiseta no estaba hecha ni preparada para una delantera como la de Eri-hime, por lo que a pesar de lo baja que era aún se le asomaba un poco el ombligo. Tampoco es que yo fuera especialmente alto, lo cual contribuia tambien.
—Nabi—