9/06/2017, 15:54
Hirami y Taeko habían pasado prácticamente todo el día anterior discutiendo. La mayor no podía concebir que su hija estuviese lista para participar en un torneo de tal magnitud. Era muy arriesgado. Taeko se dispuso a escribir un sinfín de notas, argumentando que ella se había hecho más fuerte, y continuaba haciéndolo a cada experiencia. Ririki se había mantenido neutral la mayoría del tiempo, pero al final estuvo del lado de Taeko.
Al amanecer, ni madre e hija se dirigieron mucho la palabra, pues ya habían expresado el día anterior todo lo que querían decir.
Taeko se duchó, pues tenía que alistarse para recoger un documento muy importante del edificio del Morikage. Según Ririki, era una especie de permiso para poder viajar por Ōnindo en calidad de participante del Torneo de los Dojos. Se había vestido ya, eligiendo un hanfu de un azul suave con motivos de plumas blancas, más largo de lo que solía usarlos, pues éste le llegaba hasta las pantorrillas, aunque no impedía el movimiento gracias a una abertura del lado derecho. Debajo portaba un pantaloncillo lila que le llegaba hasta medio muslo y su típica blusa rosa claro, además de calzar unos zapatos de tela azul.
Comenzaba a ceñirse un obi color rosa violáceo cuando su madre entró a la habitación. Sin decir una palabra, y sólo dedicándole un movimiento de cabeza, se colocó detrás de su hija para ayudarle a acomodarse el obi apropiadamente. Por lo general, Taeko se ajustaba aquella prenda no muy tradicionalmente: lo amarraba y metía entre el mismo doblez. Quedaba apretado de manera práctica. Pero en ese momento, su madre se dedicó a hacerle un moño trasero tradicional. Lo acomodó de manera que la placa con el símbolo de Kusagakure apuntase perfectamente hacia adelante. Luego tomó un obiage, una cinta más delgada que el obi, y la ató a su alrededor para adornarlo más.
Taeko sabía que su madre no era partidaria del todo de su mezcla de estilos, pues el obiage era para vestiduras más formales, pero aun así le encantó el detalle. Antes de que pudiese hacer algo, su madre se dispuso a peinarla. Sintió los movimientos de sus manos tal como cuando ella aún no podía hacerlo por sí misma. Hirami tomó la larga porción de los plateados cabellos de su hija que ésta solía atarse en una coleta, y comenzó a trenzarla.
—Hoy… entendí algo —comenzó con su pausada voz y un fuerte aire de melancolía —. Algo que… pensé que ya había entendido. Yo… yo no… no puedo evitar que vayas.
Taeko se tensó al escuchar esas palabras. Quiso voltear la cabeza para ver los ojos de su madre, pero ella la mantuvo mirando hacia adelante para poder hacer su trenza adecuadamente.
“Madre…” pensó mientras Hirami proseguía.
—Es tu… es tu camino ninja. Tú lo decidiste. Sería… sería hipócrita de mi… parte… decirte que no cuando… cuando siempre te he… animado. Sigo sin querer que… que vayas. Pero tú quieres… ser una gran kunoichi. Y yo.... yo no me opondré.
Al terminar la trenza, tanto ella como su hija estaban soltando silenciosas lágrimas, mezcla de alegría y tristeza. Taeko abrazó a su madre, agradeciéndole a ella y a los Dioses.
—Ahora ve. Iwada-san dijo… dijo que tenías que ir per… personalmente a buscar ese documento.
Taeko se enjugó las lágrimas, asintió y luego le dio otro abrazo y un beso en la mejilla a su madre. Buscó su portaobjetos, se lo ajustó al cinto y, con un alegre gesto de la mano, se despidió por mientras de su progenitora.
Al salir, el canto del mismo gorrioncillo la recibió, y ella contestó con un silbido similar. El día había pasado de muy mal a muy bien, se dijo mientras caminaba a paso alegre hacia el edificio del Morikage.
Al amanecer, ni madre e hija se dirigieron mucho la palabra, pues ya habían expresado el día anterior todo lo que querían decir.
Taeko se duchó, pues tenía que alistarse para recoger un documento muy importante del edificio del Morikage. Según Ririki, era una especie de permiso para poder viajar por Ōnindo en calidad de participante del Torneo de los Dojos. Se había vestido ya, eligiendo un hanfu de un azul suave con motivos de plumas blancas, más largo de lo que solía usarlos, pues éste le llegaba hasta las pantorrillas, aunque no impedía el movimiento gracias a una abertura del lado derecho. Debajo portaba un pantaloncillo lila que le llegaba hasta medio muslo y su típica blusa rosa claro, además de calzar unos zapatos de tela azul.
Comenzaba a ceñirse un obi color rosa violáceo cuando su madre entró a la habitación. Sin decir una palabra, y sólo dedicándole un movimiento de cabeza, se colocó detrás de su hija para ayudarle a acomodarse el obi apropiadamente. Por lo general, Taeko se ajustaba aquella prenda no muy tradicionalmente: lo amarraba y metía entre el mismo doblez. Quedaba apretado de manera práctica. Pero en ese momento, su madre se dedicó a hacerle un moño trasero tradicional. Lo acomodó de manera que la placa con el símbolo de Kusagakure apuntase perfectamente hacia adelante. Luego tomó un obiage, una cinta más delgada que el obi, y la ató a su alrededor para adornarlo más.
Taeko sabía que su madre no era partidaria del todo de su mezcla de estilos, pues el obiage era para vestiduras más formales, pero aun así le encantó el detalle. Antes de que pudiese hacer algo, su madre se dispuso a peinarla. Sintió los movimientos de sus manos tal como cuando ella aún no podía hacerlo por sí misma. Hirami tomó la larga porción de los plateados cabellos de su hija que ésta solía atarse en una coleta, y comenzó a trenzarla.
—Hoy… entendí algo —comenzó con su pausada voz y un fuerte aire de melancolía —. Algo que… pensé que ya había entendido. Yo… yo no… no puedo evitar que vayas.
Taeko se tensó al escuchar esas palabras. Quiso voltear la cabeza para ver los ojos de su madre, pero ella la mantuvo mirando hacia adelante para poder hacer su trenza adecuadamente.
“Madre…” pensó mientras Hirami proseguía.
—Es tu… es tu camino ninja. Tú lo decidiste. Sería… sería hipócrita de mi… parte… decirte que no cuando… cuando siempre te he… animado. Sigo sin querer que… que vayas. Pero tú quieres… ser una gran kunoichi. Y yo.... yo no me opondré.
Al terminar la trenza, tanto ella como su hija estaban soltando silenciosas lágrimas, mezcla de alegría y tristeza. Taeko abrazó a su madre, agradeciéndole a ella y a los Dioses.
—Ahora ve. Iwada-san dijo… dijo que tenías que ir per… personalmente a buscar ese documento.
Taeko se enjugó las lágrimas, asintió y luego le dio otro abrazo y un beso en la mejilla a su madre. Buscó su portaobjetos, se lo ajustó al cinto y, con un alegre gesto de la mano, se despidió por mientras de su progenitora.
Al salir, el canto del mismo gorrioncillo la recibió, y ella contestó con un silbido similar. El día había pasado de muy mal a muy bien, se dijo mientras caminaba a paso alegre hacia el edificio del Morikage.
SILENCE
〘When deed speaks, words are nothing.〙
"Pienso" (thistle) ❀ ≫Escribo (orchid)
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