11/06/2017, 18:22
(Última modificación: 29/07/2017, 02:51 por Amedama Daruu.)
El caso con Mogura y su postura respecto a si creía en algo o no era algo curioso. Durante su formación y los años siguientes había adquirido conocimiento sobre todo tipo de religiones o cultos, suficiente como para concluir que no había necesidad de dedicarle particular devoción a ninguno en particular. Todos merecían un poco de fe, de vez en cuando.
Independientemente de su fe, Mogura estaba ese día en Hokutoomori para ver la colección de templos que había allí.
Habiendo dejado las frías temperaturas del País de la Tormenta, su vestuario habría cambiado un poco. Su paraguas había sido reemplazado por un abanico que no paraba de lanzarle viento a la cara y un sombrero de paja que colgaba en su espalda, su ropa habitual había sido cambiada por un jinbei muy sencillo de un color gris claro y sus botas por sandalias. No era muy difícil pensar que Mogura estaba fuera de servicio, pero aún cargaba su bandana en la frente.
—¡Mogura-san! ¡Así que tú también has venido al torneo!
De todas las personas posibles, la voz había sido de nadie más que Amedama Daruu. Su abanico dejó de cumplir su función y fue cerrado por un par de segundos.
¡Vaya, Daruu-san! ¡No esperaba verte en un lugar como este!
Comentó con una ligera sonrisa en su rostro para luego realizar una pequeña reverencia. Habiendo cumplido con las formas, abrió nuevamente su abanico y siguió lanzándose viento al rostro.
¡El País del Fuego es un lugar muy caluroso! ¿A quién se le ocurre organizar un torneo en un lugar como este?
Independientemente de su fe, Mogura estaba ese día en Hokutoomori para ver la colección de templos que había allí.
Habiendo dejado las frías temperaturas del País de la Tormenta, su vestuario habría cambiado un poco. Su paraguas había sido reemplazado por un abanico que no paraba de lanzarle viento a la cara y un sombrero de paja que colgaba en su espalda, su ropa habitual había sido cambiada por un jinbei muy sencillo de un color gris claro y sus botas por sandalias. No era muy difícil pensar que Mogura estaba fuera de servicio, pero aún cargaba su bandana en la frente.
—¡Mogura-san! ¡Así que tú también has venido al torneo!
De todas las personas posibles, la voz había sido de nadie más que Amedama Daruu. Su abanico dejó de cumplir su función y fue cerrado por un par de segundos.
¡Vaya, Daruu-san! ¡No esperaba verte en un lugar como este!
Comentó con una ligera sonrisa en su rostro para luego realizar una pequeña reverencia. Habiendo cumplido con las formas, abrió nuevamente su abanico y siguió lanzándose viento al rostro.
¡El País del Fuego es un lugar muy caluroso! ¿A quién se le ocurre organizar un torneo en un lugar como este?
Hablo - Pienso