12/06/2017, 11:17
—Bueno, desaparecidos no. La verdad es que no me he tomado el tiempo de ir a buscarles, y tampoco es que me provoque demasiado. A mí me buscan, no yo a los demás, y si no quieren seguir haciendo equipo conmigo, pues que les den bien por culo. ¿No crees? —añadió Kaido. El pesar había dado paso a la rabia y el chico apretaba las mandíbulas.
Ayame torció el gesto en respuesta, algo incómoda. No tenía muy claro qué debía contestar a sus argumentos, y la verdad es que temía que en cualquier momento decidiera arrancarle un dedo con aquellos dientes por decir algo que no le agradara, por lo que se limitó a encogerse de hombros. Creía haberse acostumbrado a la personalidad arrogante y prepotente del escualo, pero lo cierto era que conseguía sorprenderla cada que abría la boca.
La comitiva seguía su camino, pero parecía que estaban ya cerca de su destino. A sus espaldas, las casitas que conformaban Kodoku parecían ya lejanas y pequeñas; y, en el cielo al frente, un cúmulo de nubes negras como el tizón aguardaban formando una perfecta e inquietante línea horizontal. Una serie de vallas de madera delimitaban el perímetro. Los carteles que hacían referencia a aquella celebración empapelaban prácticamente el lugar. Miraras donde miraras, era imposible no verlos.
Ayame se encogió sobre sí misma cuando el latigazo de un trueno restalló en el aire, ensordeciéndola momentáneamente. Sin embargo, Jiru no compartía su repentino temor. Más bien al contrario. Agitaba los brazos con emoción y enseguida tomó la delantera para invitarles a tomar un nuevo camino para encontrar un lugar donde tener mejores vistas.
«Oh, no...» Ayame había palidecido bruscamente.
Por mucho que hacía memoria, no recordaba haber leído nada de un espectáculo de rayos y truenos. ¡Porque si fuera así ni loca habría acudido a aquel lugar! Por muy Amegakuriense que fuera, y por mucho que tratara de esconderlo, no dejaba de ser una Hōzuki. ¿Qué pintaba alguien como ella cerca de descargas eléctricas? Y, sin embargo, allí estaba ella. Siguiendo a la multitud hacia una muerte segura para ella.
—Oye, Kaido-san, ¿alguien dijo en algún momento que esto iba a ser un espectáculo de rayos? —le preguntó a su compañero, con un hilo de voz, mientras Jiru iba organizando a los presentes para presenciar el milagro.
Ayame torció el gesto en respuesta, algo incómoda. No tenía muy claro qué debía contestar a sus argumentos, y la verdad es que temía que en cualquier momento decidiera arrancarle un dedo con aquellos dientes por decir algo que no le agradara, por lo que se limitó a encogerse de hombros. Creía haberse acostumbrado a la personalidad arrogante y prepotente del escualo, pero lo cierto era que conseguía sorprenderla cada que abría la boca.
La comitiva seguía su camino, pero parecía que estaban ya cerca de su destino. A sus espaldas, las casitas que conformaban Kodoku parecían ya lejanas y pequeñas; y, en el cielo al frente, un cúmulo de nubes negras como el tizón aguardaban formando una perfecta e inquietante línea horizontal. Una serie de vallas de madera delimitaban el perímetro. Los carteles que hacían referencia a aquella celebración empapelaban prácticamente el lugar. Miraras donde miraras, era imposible no verlos.
Ayame se encogió sobre sí misma cuando el latigazo de un trueno restalló en el aire, ensordeciéndola momentáneamente. Sin embargo, Jiru no compartía su repentino temor. Más bien al contrario. Agitaba los brazos con emoción y enseguida tomó la delantera para invitarles a tomar un nuevo camino para encontrar un lugar donde tener mejores vistas.
«Oh, no...» Ayame había palidecido bruscamente.
Por mucho que hacía memoria, no recordaba haber leído nada de un espectáculo de rayos y truenos. ¡Porque si fuera así ni loca habría acudido a aquel lugar! Por muy Amegakuriense que fuera, y por mucho que tratara de esconderlo, no dejaba de ser una Hōzuki. ¿Qué pintaba alguien como ella cerca de descargas eléctricas? Y, sin embargo, allí estaba ella. Siguiendo a la multitud hacia una muerte segura para ella.
—Oye, Kaido-san, ¿alguien dijo en algún momento que esto iba a ser un espectáculo de rayos? —le preguntó a su compañero, con un hilo de voz, mientras Jiru iba organizando a los presentes para presenciar el milagro.