15/06/2017, 10:49
(Última modificación: 29/07/2017, 02:43 por Amedama Daruu.)
Y, efectivamente, cuando bajaron las escaleras, Karoi y Ayame encontraron a Daruu en el comedor, tirado de cualquier manera en el sofá y con el equipaje al lado. Parecía terriblemente cansado, con las piernas estiradas y la cabeza echada hacia atrás.
—Dejaría la mochila en mi cuarto, pero estoy echo polvo —les dijo, girando la cabeza hacia ellos con solo uno de sus ojos abierto—. Relajaos como queráis, ya he dicho que estáis en vuestra casa. Después del pateo que nos hemos pegado, no me apetece hacer nada.
La verdad es que el viaje había sido bastante largo... e intenso. Con los nervios y la tensión del momento, Ayame no se había dado cuenta de lo cansada que se encontraba hasta que había visto a Daruu así. Casi arrastrando los pies, se sentó junto a él en el sofá y exhaló un largo y profundo suspiro.
—¡Pero bueno! ¿Qué ánimos son estos? ¡Se supone que estáis en la flor de la juventud! —exclamó Karoi, exaltado. De repente pareció acordarse de algo, porque se llevó una mano a la frente y salió corriendo escaleras arriba de nuevo.
—Cuanta energía tiene este hombre... —comentó Ayame, con una risilla.
Karoi no tardó más de dos minutos en bajar de nuevo. Llevaba en sus fuertes brazos varias fiambreras.
—¿Te importa que use la cocina para calentar esto, Daruu-kun? Una buena cena nos vendría bien a todos.
En contestación, el estómago de Ayame rugió con furia y la muchacha, profundamente avergonzada, se abrazó el abdomen como si con eso fuera a conseguir contener su hambre.
—Dejaría la mochila en mi cuarto, pero estoy echo polvo —les dijo, girando la cabeza hacia ellos con solo uno de sus ojos abierto—. Relajaos como queráis, ya he dicho que estáis en vuestra casa. Después del pateo que nos hemos pegado, no me apetece hacer nada.
La verdad es que el viaje había sido bastante largo... e intenso. Con los nervios y la tensión del momento, Ayame no se había dado cuenta de lo cansada que se encontraba hasta que había visto a Daruu así. Casi arrastrando los pies, se sentó junto a él en el sofá y exhaló un largo y profundo suspiro.
—¡Pero bueno! ¿Qué ánimos son estos? ¡Se supone que estáis en la flor de la juventud! —exclamó Karoi, exaltado. De repente pareció acordarse de algo, porque se llevó una mano a la frente y salió corriendo escaleras arriba de nuevo.
—Cuanta energía tiene este hombre... —comentó Ayame, con una risilla.
Karoi no tardó más de dos minutos en bajar de nuevo. Llevaba en sus fuertes brazos varias fiambreras.
—¿Te importa que use la cocina para calentar esto, Daruu-kun? Una buena cena nos vendría bien a todos.
En contestación, el estómago de Ayame rugió con furia y la muchacha, profundamente avergonzada, se abrazó el abdomen como si con eso fuera a conseguir contener su hambre.