18/06/2017, 22:19
Ante la curiosidad de la pelirroja, el chico contestó sin temor, como si su minuta no fuese a mermar por ello. Según afirmaba, se trataba de una acumulación de chakra, y lo soltaba a la hora de golpear, creando con ello un efecto efímero de una fuerza sobrehumana. Realmente la fuerza podía quintuplicarse, o quizás más, era realmente un efecto devastador y eficaz, que sin duda en un combate cercano sería un arma infalible —si es que lograba realizarlo de manera rápida.—
Tras haber liberado a los conejos, éstos comenzaron a salir alborotados de su prisión, de su primera prisión. Ahora, debían ataviar con el hecho, así como seguir adelante. Keisuke preguntó si bien debían liberarlos o directamente avanzar. Tras la contestación por parte de la Kunoichi, el chico tomó la iniciativa. Agarró el pomo de la puerta, y abrió con confianza. Gran cantidad de conejos entraron a mansalva al interior del habitáculo, mientras que parte de éstos prefirió mirar por otros caminos, incluso yendo en dirección contraria. Entre tanto, ambos genin continuaron el camino, enfrentando la oscuridad.
El chico avanzó, y al igual que la pelirroja se dio cuenta de que había cierta baranda y escalera hacia el flanco. Sin pensarlo dos veces, avanzó hacia ésta, y Aiko le siguió. A cada paso que daban el suelo resonaba a madera vieja, hecho que Keisuke remarcó en palabras, como si la chica no se hubiese dado cuenta ya del detalle.
—Si... eso parece... —contestó en voz baja.
Al subir, o quizás antes, Keisuke comentó que sentía que estaban mas abajo de lo que se imaginaba. La verdad, era cierto, parecían estar en un sótano, u otra cosa similar. El zulo apenas era alcanzado por la claridad del sol, de no ser por candelabros y lámparas, hasta la anterior sala habría estado como la que ahora cruzaban.
Llegaron al final de la escalera, y Keisuke alcanzó a palpar la puerta. La estuvo tocando hasta que logró encontrar al flanco de ésta el interruptor, el cuál pulsó. De buenas a primeras, toda la sala resplandeció con las luces artificiales, las que el chico había prendido. Tras ello, sugirió a la chica que lanzase de nuevo su técnica bajo la puerta y explorase qué había al otro lado.
La chica afirmó con un gesto vertical de cabeza, y sin mediar palabra, desde sus piernas se desplegaron unas cuantas hojas, que se convirtieron en mariposa casi al instante. Las mariposas de origami pasaron bajo la puerta, y comenzarían a ver qué había tras de ésta.
—Tan solo dame un momento.
Tras haber liberado a los conejos, éstos comenzaron a salir alborotados de su prisión, de su primera prisión. Ahora, debían ataviar con el hecho, así como seguir adelante. Keisuke preguntó si bien debían liberarlos o directamente avanzar. Tras la contestación por parte de la Kunoichi, el chico tomó la iniciativa. Agarró el pomo de la puerta, y abrió con confianza. Gran cantidad de conejos entraron a mansalva al interior del habitáculo, mientras que parte de éstos prefirió mirar por otros caminos, incluso yendo en dirección contraria. Entre tanto, ambos genin continuaron el camino, enfrentando la oscuridad.
El chico avanzó, y al igual que la pelirroja se dio cuenta de que había cierta baranda y escalera hacia el flanco. Sin pensarlo dos veces, avanzó hacia ésta, y Aiko le siguió. A cada paso que daban el suelo resonaba a madera vieja, hecho que Keisuke remarcó en palabras, como si la chica no se hubiese dado cuenta ya del detalle.
—Si... eso parece... —contestó en voz baja.
Al subir, o quizás antes, Keisuke comentó que sentía que estaban mas abajo de lo que se imaginaba. La verdad, era cierto, parecían estar en un sótano, u otra cosa similar. El zulo apenas era alcanzado por la claridad del sol, de no ser por candelabros y lámparas, hasta la anterior sala habría estado como la que ahora cruzaban.
Llegaron al final de la escalera, y Keisuke alcanzó a palpar la puerta. La estuvo tocando hasta que logró encontrar al flanco de ésta el interruptor, el cuál pulsó. De buenas a primeras, toda la sala resplandeció con las luces artificiales, las que el chico había prendido. Tras ello, sugirió a la chica que lanzase de nuevo su técnica bajo la puerta y explorase qué había al otro lado.
La chica afirmó con un gesto vertical de cabeza, y sin mediar palabra, desde sus piernas se desplegaron unas cuantas hojas, que se convirtieron en mariposa casi al instante. Las mariposas de origami pasaron bajo la puerta, y comenzarían a ver qué había tras de ésta.
—Tan solo dame un momento.