19/06/2017, 22:59
(Última modificación: 29/07/2017, 02:43 por Amedama Daruu.)
Ayame, lánguida como una hoja pocha de lechuga, avanzó arrastrando los pies y se sentó junto a Daruu en el sofá.
—¡Pero bueno! ¿Qué ánimos son estos? ¡Se supone que estáis en la flor de la juventud! —exclamó Karoi. Dio un respingo de sorpresa, se llevó una mano en la frente y salió corriendo escaleras arriba.
—¡Oye, por favor, no rompas nada! —Daruu se inclinó hacia adelante y giró la cabeza hacia el pasillo.
—Cuanta energía tiene este hombre... —rio Ayame.
—Demasiada —Daruu suspiró y dejó, de nuevo, caer la espalda y la cabeza hacia atrás en el respaldo—. La flor de la juventud, pfff —resopló—. Ahora mismo si fuera una flor estaría marchita.
Al cabo de unos minutos, Karoi se había plantado de nuevo frente a ellos dos. Cargaba en los brazos multitud de fiambreras llenas de comida. El estómago de Daruu crujió. El muchachos se cruzó de brazos y se encogió, avergonzado.
—¿Te importa que use la cocina para calentar esto, Daruu-kun? Una buena cena nos vendría bien a todos.
—S-sí, claro. Como en tu casa, tranquilo. —Se volvió a recostar en el sofá.
«Pero te crees tú que me voy a levantar, sabes.»
—¡Pero bueno! ¿Qué ánimos son estos? ¡Se supone que estáis en la flor de la juventud! —exclamó Karoi. Dio un respingo de sorpresa, se llevó una mano en la frente y salió corriendo escaleras arriba.
—¡Oye, por favor, no rompas nada! —Daruu se inclinó hacia adelante y giró la cabeza hacia el pasillo.
—Cuanta energía tiene este hombre... —rio Ayame.
—Demasiada —Daruu suspiró y dejó, de nuevo, caer la espalda y la cabeza hacia atrás en el respaldo—. La flor de la juventud, pfff —resopló—. Ahora mismo si fuera una flor estaría marchita.
Al cabo de unos minutos, Karoi se había plantado de nuevo frente a ellos dos. Cargaba en los brazos multitud de fiambreras llenas de comida. El estómago de Daruu crujió. El muchachos se cruzó de brazos y se encogió, avergonzado.
—¿Te importa que use la cocina para calentar esto, Daruu-kun? Una buena cena nos vendría bien a todos.
—S-sí, claro. Como en tu casa, tranquilo. —Se volvió a recostar en el sofá.
«Pero te crees tú que me voy a levantar, sabes.»