21/06/2017, 23:49
Keisuke aceptó la decisión de la chica, obviamente era lo correcto. Eso sí, se lamentó por el hecho de dejar a su destino a los roedores. Se preparó para golpear la puerta, y de pronto, el casi silencio se ahogó con las palabras del infante. Éste, alertaba a su abuela sobre lo que estaba pasando, los conejos se escapaban. Ante esa situación, Keisuke optó por lomas obvio. Golpeó la puerta, con toda esa movida del chakra y sus rollos, de una manera mucho mas rápida a lo demostrado las otras veces.
¡PUM!
La puerta cayó a peso de plomo, y el médico indicó que podían escapar ahora. Ni corto ni perezoso, el chico saltó por encima de la puerta, de los conejos, y de todo lo que pilló a su paso. Corrió como alma que lleva el demonio. La pelirroja no fue menos, alzó la carrera justo tras éste, y lo siguió con casi la misma agilidad en las piernas.
Tras ellos, la voz de la anciana resaltó. Vociferaba a todo pulmón que habían liberado a sus niños, que cómo se atrevían. La verdad, la situación era de lo mas surrealista... pero, para nada se quedarían allí a tomar un café con la señora y debatir los argumentos. No, seguramente no era de las mejores opciones. El pelirrojo, en mitad de la carrera, afirmó que era una de las situaciones mas raras que había vivido. Posiblemente también era así para Aiko, aunque quien sabe... con la de cosas que había olvidado, era posible que hubiese vivido cosas aún mas surrealistas.
—¡Ni que lo digas...! —escupió la chica al fin, evitando llevarle la contraria al chico.
Por mitad de una inmensa capa de hierba, corrieron hasta que les faltase el aliento. Fuese como fuese, debían evitar a esa loca...
¡PUM!
La puerta cayó a peso de plomo, y el médico indicó que podían escapar ahora. Ni corto ni perezoso, el chico saltó por encima de la puerta, de los conejos, y de todo lo que pilló a su paso. Corrió como alma que lleva el demonio. La pelirroja no fue menos, alzó la carrera justo tras éste, y lo siguió con casi la misma agilidad en las piernas.
Tras ellos, la voz de la anciana resaltó. Vociferaba a todo pulmón que habían liberado a sus niños, que cómo se atrevían. La verdad, la situación era de lo mas surrealista... pero, para nada se quedarían allí a tomar un café con la señora y debatir los argumentos. No, seguramente no era de las mejores opciones. El pelirrojo, en mitad de la carrera, afirmó que era una de las situaciones mas raras que había vivido. Posiblemente también era así para Aiko, aunque quien sabe... con la de cosas que había olvidado, era posible que hubiese vivido cosas aún mas surrealistas.
—¡Ni que lo digas...! —escupió la chica al fin, evitando llevarle la contraria al chico.
Por mitad de una inmensa capa de hierba, corrieron hasta que les faltase el aliento. Fuese como fuese, debían evitar a esa loca...