26/06/2017, 16:42
El chico le siguió la corriente a la pelirroja cuando ésta afirmó que en general cuando perder la vida se hace imposible, ésto hacía carecer de sentido del peligro. Sin embargo, parecía reacio a aceptar la inmortalidad en una persona... pese a querer disimularlo. Incluso cuando ésta bromeó con lo de la apuesta, el chico pareció no tan aliñado como antes. Quizás no había pillado la broma...
Tras su silencio, de nuevo acometió con unas palabras un tantosingulares, las cuales claramente plasmaban su anterior pensamiento con respecto a su inmortalidad. ¿Cómo le permitían estar libre siendo que poseía esa cualidad tan valorada por el resto?
¿Un don o una condena? Esa era la verdadera pregunta...
—No se si es un don o un método avanzado de tortura, la verdad. Pero, lo cierto es que no he estado retenida hasta el momento porque lo estoy anunciando ahora... siempre tuve miedo a qué podría pasar, pero una persona me hizo ver que tener miedo es algo absurdo en mi condición... No puedo morir, y no me pueden atrapar. ¿A qué debería temer?
Pronto, la curiosidad del joven sobrepasó a la de la chica, llevandole a preguntar si pertenecía a la zona. De pronto, la chica miró su cintura, donde debía estar su bandana.
«Mierda... la bandana... ya decía yo que se me olvidaba algo...»
—Soy de Amegakure no Sato. Estoy aquí por ese rollo del torneo. —contestó a la última cuestión que el chico le había lanzado.
Tras su silencio, de nuevo acometió con unas palabras un tantosingulares, las cuales claramente plasmaban su anterior pensamiento con respecto a su inmortalidad. ¿Cómo le permitían estar libre siendo que poseía esa cualidad tan valorada por el resto?
¿Un don o una condena? Esa era la verdadera pregunta...
—No se si es un don o un método avanzado de tortura, la verdad. Pero, lo cierto es que no he estado retenida hasta el momento porque lo estoy anunciando ahora... siempre tuve miedo a qué podría pasar, pero una persona me hizo ver que tener miedo es algo absurdo en mi condición... No puedo morir, y no me pueden atrapar. ¿A qué debería temer?
Pronto, la curiosidad del joven sobrepasó a la de la chica, llevandole a preguntar si pertenecía a la zona. De pronto, la chica miró su cintura, donde debía estar su bandana.
«Mierda... la bandana... ya decía yo que se me olvidaba algo...»
—Soy de Amegakure no Sato. Estoy aquí por ese rollo del torneo. —contestó a la última cuestión que el chico le había lanzado.