2/07/2017, 20:03
Bajo la presión de lo inminente, el shinobi de Uzushiogakure comenzó a hablar. Según sus palabras, había ido hasta tan lejos de forma autómata, sin contar ni siquiera con la autorización de su Kage, por lo que la mano de la aldea y de una posible traición a la alianza que sostenían quedaba descartada. Presumiblemente, la razón de tan suicida intención era buscar información sobre su familia. Kenzou no estaba al corriente de la vida personal del chico, y la verdad no podía estar menos interesado. En aquellos instantes, su máxima prioridad era su propia familia.
Y nadie podía saber que un genin de Uzushiogakure había entrado y salido de su aldea sin su consentimiento.
—No hay nada que me pueda garantizar que tus palabras sean ciertas, muchacho. Pero aunque lo sean, has entrado en mi aldea buscando información y eso se considera espionaje. Bien debes ser consciente de que no puedo dejar pasar algo así por alto.
Con un chasquido de dedos, los mismos ANBU que les había apresado con anterioridad aparecieron de la nada e inmovilizaron rápidamente a los muchachos sin ningún tipo de delicadeza.
Impasible al rifirrafe que habían mantenido ambos chicos sobre el valor de la amistad, el Morikage se volvió hacia Nonoha.
—Me has puesto en una situación muy desagradable, niña. Y mucho me temo que no me habéis dejado alternativa. Por la seguridad de la aldea, y por la seguridad de nuestro Tratado de Alianza con Uzushiogakure y Amegakure, no puedo dejaros salir de aquí. El crimen por espionaje y traición a la aldea...
»Es la muerte.
Como dos robots automatizados, perfectamente sincronizados, los dos ANBU cogieron a los dos chiquillos sacaron sus espadas al unísono y las colocaron sobre los cuellos de los genin. Moyashi Kenzou cuadró los hombros, serio, recto, pero con un evidente rastro de sufrimiento en sus ojos. La ejecución fue rápida para evitar sufrimientos innecesarios. A la orden de un gesto de su mano, los filos arrancaron la vida de tan jóvenes brotes. Su sangre manchó la alfombra del Morikage, que contemplaba la escena guardando la entereza como un buen líder sabía hacer. Con un último suspiro, se dio media vuelta y regresó al ventanal. De sus envejecidos ojos cayó una sola lágrima. Aunque fuera el líder indiscutible de la aldea, no era agradable tener que matar a una de sus hijas.
—Limpiad el estropicio y deshaceos de los cuerpos. No quiero que haya ningún testigo.
—Sí, señor.
Los dos ANBU cargaron los cuerpos inertes de Nonoha y Ashito y se dispusieron a salir del despacho. Sin embargo, antes de que pudieran hacerlo, recibieron una última orden.
—Ah. Traed también a Kuma Shiratori y a la familia Hiwatari. La traición debe pagarse...
Y nadie podía saber que un genin de Uzushiogakure había entrado y salido de su aldea sin su consentimiento.
—No hay nada que me pueda garantizar que tus palabras sean ciertas, muchacho. Pero aunque lo sean, has entrado en mi aldea buscando información y eso se considera espionaje. Bien debes ser consciente de que no puedo dejar pasar algo así por alto.
Con un chasquido de dedos, los mismos ANBU que les había apresado con anterioridad aparecieron de la nada e inmovilizaron rápidamente a los muchachos sin ningún tipo de delicadeza.
Impasible al rifirrafe que habían mantenido ambos chicos sobre el valor de la amistad, el Morikage se volvió hacia Nonoha.
—Me has puesto en una situación muy desagradable, niña. Y mucho me temo que no me habéis dejado alternativa. Por la seguridad de la aldea, y por la seguridad de nuestro Tratado de Alianza con Uzushiogakure y Amegakure, no puedo dejaros salir de aquí. El crimen por espionaje y traición a la aldea...
»Es la muerte.
Como dos robots automatizados, perfectamente sincronizados, los dos ANBU cogieron a los dos chiquillos sacaron sus espadas al unísono y las colocaron sobre los cuellos de los genin. Moyashi Kenzou cuadró los hombros, serio, recto, pero con un evidente rastro de sufrimiento en sus ojos. La ejecución fue rápida para evitar sufrimientos innecesarios. A la orden de un gesto de su mano, los filos arrancaron la vida de tan jóvenes brotes. Su sangre manchó la alfombra del Morikage, que contemplaba la escena guardando la entereza como un buen líder sabía hacer. Con un último suspiro, se dio media vuelta y regresó al ventanal. De sus envejecidos ojos cayó una sola lágrima. Aunque fuera el líder indiscutible de la aldea, no era agradable tener que matar a una de sus hijas.
—Limpiad el estropicio y deshaceos de los cuerpos. No quiero que haya ningún testigo.
—Sí, señor.
Los dos ANBU cargaron los cuerpos inertes de Nonoha y Ashito y se dispusieron a salir del despacho. Sin embargo, antes de que pudieran hacerlo, recibieron una última orden.
—Ah. Traed también a Kuma Shiratori y a la familia Hiwatari. La traición debe pagarse...