4/07/2017, 15:42
(Última modificación: 29/07/2017, 02:44 por Amedama Daruu.)
La muchacha agradeció las palabras de cariño de Daruu, pero ambos dos prefirieron dejarlo por aquél día, cada uno por sus propios motivos, y se dieron las espaldas. Tras un el chute de adrenalina, a Daruu le costó mucho concioiar el sueño, pero finalmente el cansancio acumulado hizo acto de presencia y sus párpados cayeron, obligándole a dormirse.
El canto de los pájaros y el agradable sol de la mañana le habían despertado hacía ya un rato, pero Daruu se negaba a abrir los ojos, quizás por pereza, quizás también por que no quería enfrentarse a ese nuevo mundo desconocido en el que se había confesado con Ayame, y a todo lo que eso implicaba. Pero se obligó a abrir al menos uno de sus ojos para echar un vistazo cuando escuchó el ruido de la hierba chafada detrás de su cabeza.
—¡Ahhhh! —exclamó, y se levantó de golpe, dándose un coscorrón en la frente con Karoi, que estaba observándole cuidadosamente desde muy cerca. Demasiado cerca.
Daruu volvió a caer al suelo y se quedó K.O., con los brazos extendidos. Karoi había chillado también y había retrocedido unos pasos, cayendo finalmente de culo sobre la hierba. Se rio mientras se acariciaba la frente.
—¡Jajaja, me preguntaba si ya estaríais despiertos, dormilones!
—¿¡Y no tenías otra forma que mirándome a la cara fijamente!? —Daruu chasqueó la lengua con fastidio y observó a Ayame, que se removió con fastidio en su sitio. Se sonrojó y se puso a caminar hacia la cabaña—. Buenoaúnnosquedaviajeasíquevamosacogerlascosas.
La comitiva salió de Yachi a las nueve de la mañana, y no tardó mucho en quedar hecha un trío de hormiguitas frente a las cordilleras del micropaís que era el Valle de los Dojos. Mientras observaba las descomunales montañas, Daruu no pudo evitar cavilar sobre cómo sería el interior. Aunque sabía dónde estaba y cómo era por fuera, nunca lo había visitado.
Escalar la cordillera no era una opción, así que no les quedó más remedio que rodearlas. Y cuando se plantaron en la entrada, un pasillo de un acantilado en medio de dos montañas escarpadas y enormes, Daruu no pudo sino maravillarse de lo que había más allá: una extensión gigantesca de hierba verde como nunca había visto en su vida.
—Vaaaya... —dijo sin querer en voz baja.
Karoi se detuvo detrás de ellos y se aclaró la garganta. Daruu se dio cuenta de que el tío de Ayame ya no iba a acompañarlos. Durante los meses del Torneo, los familiares y maestros no tenían permitido acercarse a los participantes. Se dio la vuelta e hizo una pequeña reverencia.
—Gracias por acompañarnos, Karoi-san.
El canto de los pájaros y el agradable sol de la mañana le habían despertado hacía ya un rato, pero Daruu se negaba a abrir los ojos, quizás por pereza, quizás también por que no quería enfrentarse a ese nuevo mundo desconocido en el que se había confesado con Ayame, y a todo lo que eso implicaba. Pero se obligó a abrir al menos uno de sus ojos para echar un vistazo cuando escuchó el ruido de la hierba chafada detrás de su cabeza.
—¡Ahhhh! —exclamó, y se levantó de golpe, dándose un coscorrón en la frente con Karoi, que estaba observándole cuidadosamente desde muy cerca. Demasiado cerca.
Daruu volvió a caer al suelo y se quedó K.O., con los brazos extendidos. Karoi había chillado también y había retrocedido unos pasos, cayendo finalmente de culo sobre la hierba. Se rio mientras se acariciaba la frente.
—¡Jajaja, me preguntaba si ya estaríais despiertos, dormilones!
—¿¡Y no tenías otra forma que mirándome a la cara fijamente!? —Daruu chasqueó la lengua con fastidio y observó a Ayame, que se removió con fastidio en su sitio. Se sonrojó y se puso a caminar hacia la cabaña—. Buenoaúnnosquedaviajeasíquevamosacogerlascosas.
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La comitiva salió de Yachi a las nueve de la mañana, y no tardó mucho en quedar hecha un trío de hormiguitas frente a las cordilleras del micropaís que era el Valle de los Dojos. Mientras observaba las descomunales montañas, Daruu no pudo evitar cavilar sobre cómo sería el interior. Aunque sabía dónde estaba y cómo era por fuera, nunca lo había visitado.
Escalar la cordillera no era una opción, así que no les quedó más remedio que rodearlas. Y cuando se plantaron en la entrada, un pasillo de un acantilado en medio de dos montañas escarpadas y enormes, Daruu no pudo sino maravillarse de lo que había más allá: una extensión gigantesca de hierba verde como nunca había visto en su vida.
—Vaaaya... —dijo sin querer en voz baja.
Karoi se detuvo detrás de ellos y se aclaró la garganta. Daruu se dio cuenta de que el tío de Ayame ya no iba a acompañarlos. Durante los meses del Torneo, los familiares y maestros no tenían permitido acercarse a los participantes. Se dio la vuelta e hizo una pequeña reverencia.
—Gracias por acompañarnos, Karoi-san.