3/07/2015, 19:30
La joven kunoichi se disponía a dar buena cuenta de su desayuno, sentada frente a una pequeña mesa que hacia las veces de comedor en aquel diminuto estudio que le había cedido Amegakure para residir. La mesa se encontraba pegada a un pequeño tabique que separaba la cocina del dormitorio-comedor, con la puerta principal justo a su espalda.
Frente a ella, se disponía sobre una bandeja varios cuenquitos en los que repartía la comida. En uno de ellos tenía arroz, en otro una mezcla de verduras pasadas a la plancha, en otro unos edamames y por último, sobre un plato independiente y rectangular, yacía un par de sardinas.
La pelinegra se preparaba ya para dar buena cuenta de sus viandas, cuando una figura se coló por la ventana que tenía abierta junto a su cama. Tomoe ni siquiera se inmuto, sabía perfectamente quién era así que siguió que sin más dilación tomó con sus palillos un poco de pescado y se lo llevó a la boca.
La figura por su parte, dio un par de pasos hasta sentarse sobre la esquina de la cama que quedaba casi a la altura de donde la chica se encontraba sentada.
—Que madrugadora— dijo una voz femenina levemente amortiguada por aquella siniestra máscara blanca con dos simples gestos curvos de pincel a modo de ojos
—¿Qué quieres?— se limitó a responder la chica antes de llevarse el siguiente bocado de su desayuno hasta su boca
—Tan amable como siempre...— se lamentó la enmáscarada mientras ladeaba la cabeza en señal de disconformidad con su comportamiento —Deberías de tratar de ser más simpática o morirás sola— le advirtió medio en broma medio en serio
—Gracias por el aviso— la Uchiha lanzó una mirada no muy agradable a su interlocutora —pero creo que es un riesgo que asumiré—
—Ya veo— respondió la mujer entre risas —¿Cómo te encuentras?—
—¿A parte de aburrida?— la kunoichi volvió a tomar otro bocado de su desayuno
—Eso ya lo suponía— admitió la mujer —pero sabes a lo que me refiero...— esta vez se notaba que hablaba de algo más serio
—Sigo con la misma dosis...— respondió la chica sin darle mucha importancia —Hace más de un mes que no he necesitado subirla—
—Eso son buenas noticias— se notaba que la respuesta la había dejado mucho más tranquila
—¿Eso es todo?— apremió la muchacha que deseaba terminar de comer sola
—Gruñona— replica que seguramente acompaño Mitsuki con una mueca en su rostro, pero jamás se sabrá —No, no estoy aquí solo por eso—
—Eso ya es más interesante— tuvo que admitir la joven que sin embargo, prosiguió con su desayuno
—Me alegro que te lo parezca— comenzó la ex-anbu con tranquilidad —La Amekage me ha pedido que encontrase a alguien para realizar un pequeño encargo...—
—¿Una misión?— le cortó la chica que ahora sí atendía a su interlocutora al cien por cien
—No y sí— fue la respuesta de primeras
—Eres muy ambigua— protestó la joven
—Déjame hablar y te lo explicaré— se quejó Mitsuki
—...— Tomoe quiso replicar, pero decidió que su silencio podría ser más productivo
—Así me gusta— se regodeó un poco más en el silencio antes de continuar —Al Sur, lindando con el País del Bosque hay una pequeña Aldea. Es tan pequeña que ninguno de los grandes países la han reclamado como suya. En parte por que no tienen nada que ofrecer— informó a la joven —Se llama Buraitoribā y vive de lo que sus aldeanos cultivan. Hace unas dos semanas, una chica desapareció en el Bosque de Bambú próximo a la Aldea. La buscaron pero no lograron encontrarla—
—Así que nos han pedido ayuda para encontrar a una niña— se lamentó la kunoichi cuyas ganas de atender iban disipándose con cada palabra
—Sí, pero como no tienen suficiente dinero y ninguno de los señores feudales quieren hacerse cargo de su protección, no podemos atenderla por la vía ordinaria— contestó Mitsuki con tranquilidad —Sin embargo, tanto Kenzou-sama como Amekage-sama, decidieron enviar un shinobi de baja graduación pero con aptitudes para ayudar—
—Y me a tocado a mí ¿no?—
—No, te estoy dando a elegir si quieres o no cumplir este encargo— apuntó la ex-anbu para dejar bien claro que no la estaba obligando
—¿Y si me niego?— inquirió la chica
—Buscaré a otro— la repuesta fue rápida y sincera —Pero me gustaría recodarte, que en esta aldea hay mucha gente que piensa que debimos de haberte matado el día que te encontramos y considero que sería una buena oportunidad para demostrarles que están equivocados— argumentó la mujer para tratar de convencer a su testaruda protegida
—...— Tomoe guardó silencio
—Sabes también como yo que Yui-sama te aprecia, al igual que te aprecio yo— comenzó la mujer — Sé que este encargo es una maldita basura y igual que sé que seguramente lo único que harás será localizar un maldito cadáver... pero es una buena oportunidad para ti—
—Esta bien...— Tomoe suspiró al tiempo que elevaba la cabeza levemente hacia arriba —Lo haré... ¿Dónde dices que tengo que ir?—
—Así me gusta— celebró la mujer mientras se levantaba de la cama y sacaba un viejo mapa de entre sus ropas
Frente a ella, se disponía sobre una bandeja varios cuenquitos en los que repartía la comida. En uno de ellos tenía arroz, en otro una mezcla de verduras pasadas a la plancha, en otro unos edamames y por último, sobre un plato independiente y rectangular, yacía un par de sardinas.
La pelinegra se preparaba ya para dar buena cuenta de sus viandas, cuando una figura se coló por la ventana que tenía abierta junto a su cama. Tomoe ni siquiera se inmuto, sabía perfectamente quién era así que siguió que sin más dilación tomó con sus palillos un poco de pescado y se lo llevó a la boca.
La figura por su parte, dio un par de pasos hasta sentarse sobre la esquina de la cama que quedaba casi a la altura de donde la chica se encontraba sentada.
—Que madrugadora— dijo una voz femenina levemente amortiguada por aquella siniestra máscara blanca con dos simples gestos curvos de pincel a modo de ojos
—¿Qué quieres?— se limitó a responder la chica antes de llevarse el siguiente bocado de su desayuno hasta su boca
—Tan amable como siempre...— se lamentó la enmáscarada mientras ladeaba la cabeza en señal de disconformidad con su comportamiento —Deberías de tratar de ser más simpática o morirás sola— le advirtió medio en broma medio en serio
—Gracias por el aviso— la Uchiha lanzó una mirada no muy agradable a su interlocutora —pero creo que es un riesgo que asumiré—
—Ya veo— respondió la mujer entre risas —¿Cómo te encuentras?—
—¿A parte de aburrida?— la kunoichi volvió a tomar otro bocado de su desayuno
—Eso ya lo suponía— admitió la mujer —pero sabes a lo que me refiero...— esta vez se notaba que hablaba de algo más serio
—Sigo con la misma dosis...— respondió la chica sin darle mucha importancia —Hace más de un mes que no he necesitado subirla—
—Eso son buenas noticias— se notaba que la respuesta la había dejado mucho más tranquila
—¿Eso es todo?— apremió la muchacha que deseaba terminar de comer sola
—Gruñona— replica que seguramente acompaño Mitsuki con una mueca en su rostro, pero jamás se sabrá —No, no estoy aquí solo por eso—
—Eso ya es más interesante— tuvo que admitir la joven que sin embargo, prosiguió con su desayuno
—Me alegro que te lo parezca— comenzó la ex-anbu con tranquilidad —La Amekage me ha pedido que encontrase a alguien para realizar un pequeño encargo...—
—¿Una misión?— le cortó la chica que ahora sí atendía a su interlocutora al cien por cien
—No y sí— fue la respuesta de primeras
—Eres muy ambigua— protestó la joven
—Déjame hablar y te lo explicaré— se quejó Mitsuki
—...— Tomoe quiso replicar, pero decidió que su silencio podría ser más productivo
—Así me gusta— se regodeó un poco más en el silencio antes de continuar —Al Sur, lindando con el País del Bosque hay una pequeña Aldea. Es tan pequeña que ninguno de los grandes países la han reclamado como suya. En parte por que no tienen nada que ofrecer— informó a la joven —Se llama Buraitoribā y vive de lo que sus aldeanos cultivan. Hace unas dos semanas, una chica desapareció en el Bosque de Bambú próximo a la Aldea. La buscaron pero no lograron encontrarla—
—Así que nos han pedido ayuda para encontrar a una niña— se lamentó la kunoichi cuyas ganas de atender iban disipándose con cada palabra
—Sí, pero como no tienen suficiente dinero y ninguno de los señores feudales quieren hacerse cargo de su protección, no podemos atenderla por la vía ordinaria— contestó Mitsuki con tranquilidad —Sin embargo, tanto Kenzou-sama como Amekage-sama, decidieron enviar un shinobi de baja graduación pero con aptitudes para ayudar—
—Y me a tocado a mí ¿no?—
—No, te estoy dando a elegir si quieres o no cumplir este encargo— apuntó la ex-anbu para dejar bien claro que no la estaba obligando
—¿Y si me niego?— inquirió la chica
—Buscaré a otro— la repuesta fue rápida y sincera —Pero me gustaría recodarte, que en esta aldea hay mucha gente que piensa que debimos de haberte matado el día que te encontramos y considero que sería una buena oportunidad para demostrarles que están equivocados— argumentó la mujer para tratar de convencer a su testaruda protegida
—...— Tomoe guardó silencio
—Sabes también como yo que Yui-sama te aprecia, al igual que te aprecio yo— comenzó la mujer — Sé que este encargo es una maldita basura y igual que sé que seguramente lo único que harás será localizar un maldito cadáver... pero es una buena oportunidad para ti—
—Esta bien...— Tomoe suspiró al tiempo que elevaba la cabeza levemente hacia arriba —Lo haré... ¿Dónde dices que tengo que ir?—
—Así me gusta— celebró la mujer mientras se levantaba de la cama y sacaba un viejo mapa de entre sus ropas
La joven kunoichi hacia un rato que se había adentrado en el País del Bosque, ataviada con su vieja capa de viaje que la mantenía a salvó del viento otoñal que recorría todo aquel bosque de bambú.
Tomoe seguía el viejo sendero que le había indicado Mitsuki, según le dijo le llevaría directamente hasta la aldea y sería más seguro que atravesar aquel laberinto de bambú. Así que la muchacha una vez en la buena dirección, decidió sacar el pequeño pergamino donde estaba el resto de las instrucciones sobre aquel inusitado encargo. Desenvolvió con cuidado el papel y lo extendió. Apenas había unas cuantas líneas, las cuales leyó a toda velocidad.
"Así... que colaborar..." fue lo primero que se clavó en su mente "Maldita Mitsuki... si me llegas a decir esto..." se lamentó la chica mientras apretaba el pergamino con fuerza en su puño derecho "Pero bueno... ya estoy aquí y dije que lo haría..." se recordó. Guardo el pergamino de nuevo en su porta objetos y siguió caminando tratando de asimilar que le tocaría trabajar con alguien "Al menos espero que sea competente"
Sus pasos no tardaron mucho en llevarla hasta la entrada de la aldea, que no era más que una decena de casas alrededor de una pequeña plaza. Todo de aspecto muy tradicional y algo anticuado para gusto de una Amegakuriense... pero la verdad es que le importaba bien poco, ella solo quería llegar, encontrar a la niña o su cadáver y largarse de allí lo más pronto posible.
La kunoichi se detuvo en medio de la plaza, junto a un viejo pozo con abrevadero. Todo parecía estar tranquilo y no veía a nadie fuera de sus casas, así que decidió pasear la vista por los edificios tratando de localizar alguno que pareciese mejor que los demás (tarea bastante complicada)
"¿Cuál demonios será la casa del alcalde?"