16/07/2017, 17:09
(Última modificación: 18/07/2017, 14:53 por Inuzuka Nabi.)
Cuando Riko entró en los baños una imagen poco agradable al igual que un olor igual de bueno que la imagen se le colaron por el sentido de la vista y olfato. Un hombre de cabello azabache y de piel morena refrotaba el interior de un orinal con algo que nuestro shinobi protagonista no alcanzaba a ver.
El señor en cuestión iba a pecho desnudo con unos pantalones y nada más que un delantal de plastico para protegerse de los productos de limpieza. El verdadero horror de la escena venía del suelo, amarillento por la orina seca que llevaba ahí unos días y unas lineas marrones que se repartían por las paredes y rebosaban... optimismo en forma de olor poderoso.
La cara de asco del pobre hombre era un poema. Dicho poema se transformó en una alegre sonata al ver al joven al que iba a endosar la limpieza.
— Busco a Nara Daichi, ¿está aquí? —
— Oh sí, oh, sí que estoy.
Su voz era tan grave como la situación en la que se encontraba. Se levantó de golpe, pues tenía que arrodillarse para llegar a los orinales.
— Menos mal, ya había tenido que ponerme yo a empezar el trabajo. Necesitamos esto limpio para mañana. Aquí tienes el equipo y allí tienes hasta el último producto de limpieza que necesitas. Ah, eh, la única ventana de la estancia ya está abierta de par en par y la puerta tiene que permanecer cerrada porque hay más gente por aquí preparando el evento y no queremos que se mueran de la peste.
Riko no podría ni soltar una palabra antes de heredar el delantal, que ahora tenía puesto él y el cepillo del tamaño de su mano que le había cedido amablemente Daichi. Si echaba un vistazo a la ventana vería que no ponerle el diminutivo y llamarla ventanita era en sí mismo una exageración. Apenas podría sacar su cabeza por ella, podría dejarla abierta toda la semana y el olor no se iría del todo.
— En un rato te traeran la cosa esa para limpiar el suelo, de mientras ves limpiando los orinales, que están bonitos tambien. ¿Alguna duda?
El señor en cuestión iba a pecho desnudo con unos pantalones y nada más que un delantal de plastico para protegerse de los productos de limpieza. El verdadero horror de la escena venía del suelo, amarillento por la orina seca que llevaba ahí unos días y unas lineas marrones que se repartían por las paredes y rebosaban... optimismo en forma de olor poderoso.
La cara de asco del pobre hombre era un poema. Dicho poema se transformó en una alegre sonata al ver al joven al que iba a endosar la limpieza.
— Busco a Nara Daichi, ¿está aquí? —
— Oh sí, oh, sí que estoy.
Su voz era tan grave como la situación en la que se encontraba. Se levantó de golpe, pues tenía que arrodillarse para llegar a los orinales.
— Menos mal, ya había tenido que ponerme yo a empezar el trabajo. Necesitamos esto limpio para mañana. Aquí tienes el equipo y allí tienes hasta el último producto de limpieza que necesitas. Ah, eh, la única ventana de la estancia ya está abierta de par en par y la puerta tiene que permanecer cerrada porque hay más gente por aquí preparando el evento y no queremos que se mueran de la peste.
Riko no podría ni soltar una palabra antes de heredar el delantal, que ahora tenía puesto él y el cepillo del tamaño de su mano que le había cedido amablemente Daichi. Si echaba un vistazo a la ventana vería que no ponerle el diminutivo y llamarla ventanita era en sí mismo una exageración. Apenas podría sacar su cabeza por ella, podría dejarla abierta toda la semana y el olor no se iría del todo.
— En un rato te traeran la cosa esa para limpiar el suelo, de mientras ves limpiando los orinales, que están bonitos tambien. ¿Alguna duda?