18/07/2017, 23:02
(Última modificación: 29/07/2017, 02:47 por Amedama Daruu.)
Llegó la noche, pero sus nervios habían llegado horas antes. Y allí estaba, sentado frente al escritorio, vestido con su nuevo y reluciente jinbei verde y sus geta. Había optado por una indumentaria tradicional, pero realmente porque no sabía qué otra cosa llevar y todo su entorno prácticamente empujaba a vestir con dichas formas.. «No estoy preparado para esto», se repetía mentalmente de vez en cuando. «Voy a hacer el ridículo, estoy haciendo el ridículo.»
Intentó demorar su salida todo lo que pudo, osea, treinta segundos. No le gustaba llegar tarde, y si hacía el ridículo efectivamente como temía, al menos que no fuera para más inri llegando tarde. De modo que se levantó, arrastrando la silla sonoramente y con cara de estreñido, y caminó nervioso hasta la puerta de su habitación.
Ayame estaba allí, al lado del estanque, vestida con un bonito vestido azul con una falda que hacía vuelo. A Daruu se le subieron todos los colores y evitó mirar más abajo de la cabeza de Ayame todo lo bien que pudo mientras se acercaba a ella a sus espaldas.
Se aclaró la garganta para que la muchacha se diera cuenta de su presencia y se diera la vuelta.
«No falla, ¿eh?»
No sabía por qué se esperaba otra cosa: Ayame tenía tapada la frente con una cinta azul a juego con su vestido.
—Estás... preciosa —dijo Daruu, apartando la mirada. Bromeó para pasar el mal trago—: ¿Algún día podré verte la frente?
El muchacho rio, pero al ver la cara de Ayame, que a todas luces sería un cristal transparente a sus emociones, haría un ademán con la mano para quitarle importancia a la pregunta.
—Como sea. ¿Vamos? —Se ruborizó y le ofreció la mano. «Soy. Muy. Malo. Con estas cosas.»
«Intentaré hacer como que sé que estoy haciendo y ya está. Ya está... Será fácil. Será fa-»
Daruu cogió la mano de Ayame, los muchachos dieron un paso y el shinobi tropezó con una piedra. Casi se cae.
—¡Ay! Jo, perdón. Ay, jopé. ¡Ay, por qué tenía que empezar mal! —Se llevó las manos a la cabeza, desesperado.
Intentó demorar su salida todo lo que pudo, osea, treinta segundos. No le gustaba llegar tarde, y si hacía el ridículo efectivamente como temía, al menos que no fuera para más inri llegando tarde. De modo que se levantó, arrastrando la silla sonoramente y con cara de estreñido, y caminó nervioso hasta la puerta de su habitación.
Ayame estaba allí, al lado del estanque, vestida con un bonito vestido azul con una falda que hacía vuelo. A Daruu se le subieron todos los colores y evitó mirar más abajo de la cabeza de Ayame todo lo bien que pudo mientras se acercaba a ella a sus espaldas.
Se aclaró la garganta para que la muchacha se diera cuenta de su presencia y se diera la vuelta.
«No falla, ¿eh?»
No sabía por qué se esperaba otra cosa: Ayame tenía tapada la frente con una cinta azul a juego con su vestido.
—Estás... preciosa —dijo Daruu, apartando la mirada. Bromeó para pasar el mal trago—: ¿Algún día podré verte la frente?
El muchacho rio, pero al ver la cara de Ayame, que a todas luces sería un cristal transparente a sus emociones, haría un ademán con la mano para quitarle importancia a la pregunta.
—Como sea. ¿Vamos? —Se ruborizó y le ofreció la mano. «Soy. Muy. Malo. Con estas cosas.»
«Intentaré hacer como que sé que estoy haciendo y ya está. Ya está... Será fácil. Será fa-»
Daruu cogió la mano de Ayame, los muchachos dieron un paso y el shinobi tropezó con una piedra. Casi se cae.
—¡Ay! Jo, perdón. Ay, jopé. ¡Ay, por qué tenía que empezar mal! —Se llevó las manos a la cabeza, desesperado.