22/07/2017, 18:33
La senda del Carámbano. Una peligrosa travesía a la que sólo pocos se atrevían a a desafiar, les esperaba en lo más profundo de las cordilleras de Hokutōmori, sólo después de haber cruzado un enmarañado y angosto preámbulo rocoso en el que el calor azotaba lo suficiente como para que el valiente sintiese el súbito cambio de clima al dar el último cruce.
Donde un viento que calaba en los huesos, tan o más frío que las mismísimas cordilleras de Tsukima, te abría las puertas al paso de nieve. Y al desgastado cartel que relataba lo siguiente:
Pobres de aquellos que pisen estas montañas sin la intención de sufrir. Pobres de aquellos que intenten el ascenso sin el alma pura como el agua clara de un lago y el cuerpo endurecido como la roca. Sea la victoria de llegar al final solamente para aquellos con la tenacidad fría de un carámbano de hielo.
Kaido iba acobijado, con un abrigo negro cubriéndole toda la parte superior del cuerpo. Se le hacía extraño, desde luego, siendo que sus vestimentas usuales dejaban siempre los brazos en libertad, pero ahora estaba obligado a arroparse lo suficiente como para no sucumbir tan rápido a los obstáculos de la cordillera. O a alguno de sus otros competidores.
—Eh, tú. Espera —dijo, a la espalda de aquel que se había atrevido a pisar la nieve primero que él. El hombre que a su espalda, sólo dejaba entrever su agresivo cabello, que se debatía en varias direcciones a causa de los azotes de viento—. ¿no quieres que vaya yo primero?
El escualo recibiría a su interlocutor con una media sonrisa, desvelando su filoso manojo de dientes; y un largo cabello azulado como su piel bien sujeto en una cola. Esa vez su bandana no yacía en su frente, sino bien sujeta al costado de su cinturón, cerca de un curioso termino con el símbolo representativo de su clan.
Donde un viento que calaba en los huesos, tan o más frío que las mismísimas cordilleras de Tsukima, te abría las puertas al paso de nieve. Y al desgastado cartel que relataba lo siguiente:
La Senda del Carámbano
Pobres de aquellos que pisen estas montañas sin la intención de sufrir. Pobres de aquellos que intenten el ascenso sin el alma pura como el agua clara de un lago y el cuerpo endurecido como la roca. Sea la victoria de llegar al final solamente para aquellos con la tenacidad fría de un carámbano de hielo.
Kaido iba acobijado, con un abrigo negro cubriéndole toda la parte superior del cuerpo. Se le hacía extraño, desde luego, siendo que sus vestimentas usuales dejaban siempre los brazos en libertad, pero ahora estaba obligado a arroparse lo suficiente como para no sucumbir tan rápido a los obstáculos de la cordillera. O a alguno de sus otros competidores.
—Eh, tú. Espera —dijo, a la espalda de aquel que se había atrevido a pisar la nieve primero que él. El hombre que a su espalda, sólo dejaba entrever su agresivo cabello, que se debatía en varias direcciones a causa de los azotes de viento—. ¿no quieres que vaya yo primero?
El escualo recibiría a su interlocutor con una media sonrisa, desvelando su filoso manojo de dientes; y un largo cabello azulado como su piel bien sujeto en una cola. Esa vez su bandana no yacía en su frente, sino bien sujeta al costado de su cinturón, cerca de un curioso termino con el símbolo representativo de su clan.