9/08/2017, 21:38
Tras la risa incontrolable de la pelirroja, hasta Juro no pudo evitar el comentario de que se había equivocado de chica con esa crema. Las arrugas eran uno de sus menores problemas, por no decir un problema que jamás conocería. Por suerte o desgracia, era algo que a día de hoy se tomaba con bastante sentido del humor. Aunque, no dejaba de ser un problema el no poder aparentar esa evolución física hacia la madurez... que pena que a las mujeres de oniido no les gustasen las arrugas, seguro que de ser así habrían inventado una crema para aparentar mas edad.
Para cuando Aiko confesó ser inmortal, el hombre lo tomó con toda la naturalidad del mundo, como si conociese a un centenar de inmortales mas. Se limitó a dejar la crema en la carreta, y comenzó a buscar de nuevo entre su mercadillo personal. Rebuscó y rebuscó, y en lo que el hombre encontraba lo que buscaba, Juro lanzó un divertido comentario que de nuevo hizo a la chica reír.
—Si... el bocadillo de los inmortales... jajaja —se atrevió a bromear en voz baja.
Sin embargo, no se alejaba demasiado con la broma. El hombre, mostró un nuevo tarro, y se lo ofreció a la chica. Todo ello mientras iba informando de qué era, una colonia digna de los inmortales, según se jactaba. La chica no pudo evitar una mueca de curiosidad, pues ella era mas curiosa que un gato. EL hombre se la ofreció, y le inquirió que la probase de manera gratuita.
«¿Una fragancia para los inmortales...?»
La chica tomó el tarro, y roció un poco de ésta colonia sobre sus muñecas. Tras ello, cerró el frasco, juntó ambas muñecas y las frotó con tal de extender y airear el aroma que éstas reprendían. Acercó su nariz a la muñeca izquierda, y olisqueó la fragancia.
Sin demora, devolvió el tarro al mercader. —Aquí tiene. —y volvió a oler la fragancia que se había quedado impregnada en sus muñecas. No era muy asidua a las fragancias nuevas, pero tampoco podía dejar pasar la oportunidad.
Para cuando Aiko confesó ser inmortal, el hombre lo tomó con toda la naturalidad del mundo, como si conociese a un centenar de inmortales mas. Se limitó a dejar la crema en la carreta, y comenzó a buscar de nuevo entre su mercadillo personal. Rebuscó y rebuscó, y en lo que el hombre encontraba lo que buscaba, Juro lanzó un divertido comentario que de nuevo hizo a la chica reír.
—Si... el bocadillo de los inmortales... jajaja —se atrevió a bromear en voz baja.
Sin embargo, no se alejaba demasiado con la broma. El hombre, mostró un nuevo tarro, y se lo ofreció a la chica. Todo ello mientras iba informando de qué era, una colonia digna de los inmortales, según se jactaba. La chica no pudo evitar una mueca de curiosidad, pues ella era mas curiosa que un gato. EL hombre se la ofreció, y le inquirió que la probase de manera gratuita.
«¿Una fragancia para los inmortales...?»
La chica tomó el tarro, y roció un poco de ésta colonia sobre sus muñecas. Tras ello, cerró el frasco, juntó ambas muñecas y las frotó con tal de extender y airear el aroma que éstas reprendían. Acercó su nariz a la muñeca izquierda, y olisqueó la fragancia.
Sin demora, devolvió el tarro al mercader. —Aquí tiene. —y volvió a oler la fragancia que se había quedado impregnada en sus muñecas. No era muy asidua a las fragancias nuevas, pero tampoco podía dejar pasar la oportunidad.