9/08/2017, 22:37
Lo de subirse a un techo para ver con más claridad estaría un poco difícil, teniendo en cuenta que las edificaciones en Uzushio no eran desde luego las más competitivas con respecto a los grandes rascacielos de la Tormenta. Sin embargo, la vereda le daría la visión suficiente como para que el esperar no fuera tan tedioso, y mejor aún, aquellos hermosos y poblados cerezos le darían la sombra que tanto agradecería luego.
El único problema es que, aún sin saber el cómo lucía su contratante, lo más sensato habría sido que buscara más información, ¿y quién mejor que los vigilantes acreditados para controlar quién entra y quién sale. Los chunin que cotorreaban tan plácidamente podrían haber dicho algo, desde luego, pero Koko ni se atizó a preguntar.
Prefirió aguardar la hora pacientemente, aunque lo de paciente no sería del todo acertado. Durante la primera media hora, al menos 10 carruajes llegaron desde las vastas planicies del Silencio. Ninguno de ellos traía consigo más que a algún viejo conductor veterano, comerciantes de hortalizas, y demás. Koko, por supuesto, habría perdido energía y esfuerzo valioso en revisarlos todos.
Hasta que, a la lejanía, se asomó lo que parecía ser una nueva comitiva. Y aunque aún no se podía ver del todo claro, a simple vista parecía ser un carruaje mucho más moderno, más grande, y con más caballos halando de él que la acostumbrada vieja yegua de otros comerciantes.
Llevaba un símbolo colgando de sus ventanas, ondeándose en el imperante viento: un hermoso Crisantemo pintado sobre una tela de vestir rosada.
El único problema es que, aún sin saber el cómo lucía su contratante, lo más sensato habría sido que buscara más información, ¿y quién mejor que los vigilantes acreditados para controlar quién entra y quién sale. Los chunin que cotorreaban tan plácidamente podrían haber dicho algo, desde luego, pero Koko ni se atizó a preguntar.
Prefirió aguardar la hora pacientemente, aunque lo de paciente no sería del todo acertado. Durante la primera media hora, al menos 10 carruajes llegaron desde las vastas planicies del Silencio. Ninguno de ellos traía consigo más que a algún viejo conductor veterano, comerciantes de hortalizas, y demás. Koko, por supuesto, habría perdido energía y esfuerzo valioso en revisarlos todos.
Hasta que, a la lejanía, se asomó lo que parecía ser una nueva comitiva. Y aunque aún no se podía ver del todo claro, a simple vista parecía ser un carruaje mucho más moderno, más grande, y con más caballos halando de él que la acostumbrada vieja yegua de otros comerciantes.
Llevaba un símbolo colgando de sus ventanas, ondeándose en el imperante viento: un hermoso Crisantemo pintado sobre una tela de vestir rosada.