9/08/2017, 23:04
La chica, confiada o quizás fascinada por el nombre del perfume, no notó nada raro —mas de lo plausible— en el frasco o su contenido. Tenía un color curioso, eso si, ¿pero qué menos para una fragancia creada para inmortales? Sonaba tan... acertado o casual, que casi era surrealista. Sin embargo, ahí fue la inocente a rociarse con la colonia para cuando Juro se sobresaltó. Éste se quejó, y le dio un manotazo a la chica, haciendo que ésta terminase lanzando el frasco al suelo. La cara de la chica esbozó una clara mueca de sorpresa, y quizás indignación.
«¿Por qué? ¿POR QUÉ?»
Aiko miró al chico, y para cuando lo hizo, éste alegó que no se trataba de ningún tipo de perfume, que se trataba de una toxina paralizante. Los ojos de Aiko se abrieron como platos, y reaccionó poniéndose en pié bruscamente. Desvió la mirada hacia el vendedor, y alzó la guardia, dispuesta a dar guerra.
Sin embargo, el vendedor no era un luchador nato, se podía ver en sus carnes y acciones. Éste había emprendido una leve carrera hacia el carro, buscando cobertura con el mismo ante una represalia por parte de la kunoichi o Juro. Al flanco de los chicos, una leve nube del supuesto veneno paralizante aún se mantenía en el sitio. Entre tanto, el vendedor ambulante gritaba a una tal Kaede que era hora del plan B.
—Gracias, Juro.
Sin bajar la guardia, buscó en pos de encontrar a la posible ayuda del maldito gordo cobarde. Pensaba darles un buen escarmiento, a ambos...
—Maldito cobarde... ¡da la cara tu y tus amiguitos! —inquirió la chica al hombre.
«¿Por qué? ¿POR QUÉ?»
Aiko miró al chico, y para cuando lo hizo, éste alegó que no se trataba de ningún tipo de perfume, que se trataba de una toxina paralizante. Los ojos de Aiko se abrieron como platos, y reaccionó poniéndose en pié bruscamente. Desvió la mirada hacia el vendedor, y alzó la guardia, dispuesta a dar guerra.
Sin embargo, el vendedor no era un luchador nato, se podía ver en sus carnes y acciones. Éste había emprendido una leve carrera hacia el carro, buscando cobertura con el mismo ante una represalia por parte de la kunoichi o Juro. Al flanco de los chicos, una leve nube del supuesto veneno paralizante aún se mantenía en el sitio. Entre tanto, el vendedor ambulante gritaba a una tal Kaede que era hora del plan B.
—Gracias, Juro.
Sin bajar la guardia, buscó en pos de encontrar a la posible ayuda del maldito gordo cobarde. Pensaba darles un buen escarmiento, a ambos...
—Maldito cobarde... ¡da la cara tu y tus amiguitos! —inquirió la chica al hombre.