13/08/2017, 20:45
—Me resultaría raro que personas que no conozco vinieran a hablarme como ocurrió cuando apenas entramos aquí, más que quieran autógrafos o me dediquen cumplidos algo… Obscenos…
—Es el precio a pagar por llegar a la cima. Es el precio a pagar por poseer la Belleza Perpetua.
Yuriko y Koko hicieron contacto visual, y la primera transmitió a la más joven una intensa llama de voluntad. Por un instante sus galantes ojos azules transmitían un deje de experiencia que Koko habría visto, quizás, en una persona que haya vivido más de la cuenta.
—De todas formas, yo me refería a tu rubro, querida. Digo, tienes lo que se necesita para triunfar en el mundo de la moda, pero creo estar casi segura de que no está entre tus planes dejar de ser una Kunoichi. Pero ser Kunoichi también significa llegar a un punto donde muchos te veneren, aunque no por lo que vistas, o por lo bella que eres. Tu mérito estará en las acciones, en cómo cuides de tu gente. Sino, entonces mira la historia de tu aldea, dos poderosas mujeres asumiendo todo el peso de una Aldea.
Uzumaki Shiona también es venerada, es un símbolo.
Aquella conversación de profundo significado, sin embargo, se vio interrumpida por la llegada del mismo mesero que momentos antes le había traído las bebidas. Pero ahora venía con una carta de platos que entregó a sus dos comensales.
Si Kageyama Koko decidía darle un vistazo al hombre, vería a un tipo de piel ligeramente tostada, alto, elegantemente ataviado de camisa y corbata. Tenía un frondoso bigote perfectamente alineado con la comisura de su labio superior y una también frondosa cabellera trigueña, peinada elegantemente hacia atrás. Sin embargo, si se era juiciosamente observador, del cuello de su camisa se podía ver una especie de dibujo de tinta negra asomándose por encima del camisón. Parecía ser la parte de un tatuaje, en el lado izquierdo del cuello.
Esperó a que chequearan la carta, y preguntó:
—¿Qué deseáis ordenar? —era una voz profunda, ligeramente carrasposa.
—Es el precio a pagar por llegar a la cima. Es el precio a pagar por poseer la Belleza Perpetua.
Yuriko y Koko hicieron contacto visual, y la primera transmitió a la más joven una intensa llama de voluntad. Por un instante sus galantes ojos azules transmitían un deje de experiencia que Koko habría visto, quizás, en una persona que haya vivido más de la cuenta.
—De todas formas, yo me refería a tu rubro, querida. Digo, tienes lo que se necesita para triunfar en el mundo de la moda, pero creo estar casi segura de que no está entre tus planes dejar de ser una Kunoichi. Pero ser Kunoichi también significa llegar a un punto donde muchos te veneren, aunque no por lo que vistas, o por lo bella que eres. Tu mérito estará en las acciones, en cómo cuides de tu gente. Sino, entonces mira la historia de tu aldea, dos poderosas mujeres asumiendo todo el peso de una Aldea.
Uzumaki Shiona también es venerada, es un símbolo.
Aquella conversación de profundo significado, sin embargo, se vio interrumpida por la llegada del mismo mesero que momentos antes le había traído las bebidas. Pero ahora venía con una carta de platos que entregó a sus dos comensales.
Si Kageyama Koko decidía darle un vistazo al hombre, vería a un tipo de piel ligeramente tostada, alto, elegantemente ataviado de camisa y corbata. Tenía un frondoso bigote perfectamente alineado con la comisura de su labio superior y una también frondosa cabellera trigueña, peinada elegantemente hacia atrás. Sin embargo, si se era juiciosamente observador, del cuello de su camisa se podía ver una especie de dibujo de tinta negra asomándose por encima del camisón. Parecía ser la parte de un tatuaje, en el lado izquierdo del cuello.
Esperó a que chequearan la carta, y preguntó:
—¿Qué deseáis ordenar? —era una voz profunda, ligeramente carrasposa.