13/08/2017, 21:27
Daigo, bueno... resultó ser un papanatas vendido que se negó a revelar nada acerca de su contrincante. Fuera por algún sentido abstracto de honor o porque el mismísimo Daruu así se lo hubiese pedido mientras le pateaba el trasero, para Kaido aquello resultaba ser una muestra de completa debilidad.
—Que soso que eres, Daigo. Que soso que eres...
Keisuke, no obstante, sí que se mojó de lleno en el asunto, revelándole a Kaido lo que creía él que era lo más resaltante de las habilidades de quien había sido su oponente. Yota, el shinobi de la Hierba, usaba el elemento raiton lo que vendría siendo, literalmente, el némesis de Kaido, un miembro del clan Hozuki. Quizás no era sabido por todos excepto por los mismos miembros del clan, pero ser agua traía consigo la desventaja frente a un elemento que usaba el suyo como evidente conducción. Durante sus entrenamientos, Kaido incluso fue predispuesto a probar el resultado de una técnica de rayos mientras él usaba sus habilidades, llámese Suika, y demases técnicas; conociendo que el alcance y poderío de semejantes técnicas se multiplicaban si le llegaban a tocar.
De aquella revelación concluyó pues que Yota era quizás el oponente que menos querría en la siguiente ronda, al menos hasta la final.
—Por lo que me cuentas, compañero, me parece que bajaste la guardia. Pero bueno, no te martirices. Ya te vengaré yo si me llega a tocar contra ese papanatas. Le patearé tanto ese trasero Kusareño que no le quedarán ganas de sentarse sobre sus hierbas.
Volteó a ver a Daigo, y sonrió.
—Sin ánimos de ofender, desde luego.
Pero lo que pareció ser un desolado puente, de pronto se convertiría en una especie de trifulca donde, por cada extremo del puente, se habrían conglomerado unos 5 ciudadanos que se acercaban peligrosamente hasta el centro de aquella maciza construcción por encima del lago.
En su mayoría, vestían como civiles. Unos tantos llegaban, curiosamente, armas clandestinas empuñadas y alguno que otro objeto contundente. Tan pronto como aparecieron, así habían acorralado a los tres genin que hasta ese momento conversaban plácidamente.
Uno de ellos, calvo, y ataviado de cicatrices a lo largo de su cuello, habló.
—Eh, pero si é el shiquillo caraépez que pajó a la jiguiente ronda. El que me ijo perder un montón é pasta y que ahora me la va a devolvé...
—Que soso que eres, Daigo. Que soso que eres...
Keisuke, no obstante, sí que se mojó de lleno en el asunto, revelándole a Kaido lo que creía él que era lo más resaltante de las habilidades de quien había sido su oponente. Yota, el shinobi de la Hierba, usaba el elemento raiton lo que vendría siendo, literalmente, el némesis de Kaido, un miembro del clan Hozuki. Quizás no era sabido por todos excepto por los mismos miembros del clan, pero ser agua traía consigo la desventaja frente a un elemento que usaba el suyo como evidente conducción. Durante sus entrenamientos, Kaido incluso fue predispuesto a probar el resultado de una técnica de rayos mientras él usaba sus habilidades, llámese Suika, y demases técnicas; conociendo que el alcance y poderío de semejantes técnicas se multiplicaban si le llegaban a tocar.
De aquella revelación concluyó pues que Yota era quizás el oponente que menos querría en la siguiente ronda, al menos hasta la final.
—Por lo que me cuentas, compañero, me parece que bajaste la guardia. Pero bueno, no te martirices. Ya te vengaré yo si me llega a tocar contra ese papanatas. Le patearé tanto ese trasero Kusareño que no le quedarán ganas de sentarse sobre sus hierbas.
Volteó a ver a Daigo, y sonrió.
—Sin ánimos de ofender, desde luego.
Pero lo que pareció ser un desolado puente, de pronto se convertiría en una especie de trifulca donde, por cada extremo del puente, se habrían conglomerado unos 5 ciudadanos que se acercaban peligrosamente hasta el centro de aquella maciza construcción por encima del lago.
En su mayoría, vestían como civiles. Unos tantos llegaban, curiosamente, armas clandestinas empuñadas y alguno que otro objeto contundente. Tan pronto como aparecieron, así habían acorralado a los tres genin que hasta ese momento conversaban plácidamente.
Uno de ellos, calvo, y ataviado de cicatrices a lo largo de su cuello, habló.
—Eh, pero si é el shiquillo caraépez que pajó a la jiguiente ronda. El que me ijo perder un montón é pasta y que ahora me la va a devolvé...