13/08/2017, 21:41
El filo de su arma salvadora partió la piedra por bajo, haciéndole descender un par de metros hasta que la mismísima formación rocosa fuera la que le frenase. Allí, de nuevo; colgado y a merced de un vacío abrumador, el escualo tuvo que agradecer a Ame no Kami por, nuevamente, permitirle seguir con vida.
Se había salvado por los pelos ya en un par de ocasiones, y si la suerte tiene fecha de caducidad, seguro que estaba muy pronta a acabársele.
Le costó subir, pero lo logró. Y así también logró meter su azulado trasero al inicio de otra cueva de la cual no parecía haber ningún peligro inminente. El peligro estaba, sin embargo, en que aquellas condiciones climáticas si bien en un principio pasaban desapercibidas, ahora después de tanto esfuerzo y consumo de energía, el cuerpo comenzaba a parecer ante las gélidas ventiscas que además hacían mella en las heridas que el escualo se hubo hecho en las manos durante su paso por el puente.
No se trataba sólo de un agudo dolor en sus palmas, sino de un frío abrumador que le calaba hasta los huesos. Ni aquella capa de invierno que habría llevado en un principio evitaba que su cuerpo tiritara vibrante y que, de un momento a otro, el poco combustible le obligase a tambalearse sobre sus propios pasos.
Kaido, víctima del viento; con los labios resecos y partidos, cayó de rodillas al suelo y se arropó. No iba a llegar al otro extremo, en ese momento resultaba imposible.
«Y bueno. Bien podrías haberte dejado caer en las estalagmitas, sería una muerte mucho más rápida e indolora que la que te vas a comer ahora. Kaido, el pez que murió congelado. Já... quién lo habría pensado »
Entonces echó un vistazo, hacia el final del túnel. Todo se veía tan lejos...
Se había salvado por los pelos ya en un par de ocasiones, y si la suerte tiene fecha de caducidad, seguro que estaba muy pronta a acabársele.
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Le costó subir, pero lo logró. Y así también logró meter su azulado trasero al inicio de otra cueva de la cual no parecía haber ningún peligro inminente. El peligro estaba, sin embargo, en que aquellas condiciones climáticas si bien en un principio pasaban desapercibidas, ahora después de tanto esfuerzo y consumo de energía, el cuerpo comenzaba a parecer ante las gélidas ventiscas que además hacían mella en las heridas que el escualo se hubo hecho en las manos durante su paso por el puente.
No se trataba sólo de un agudo dolor en sus palmas, sino de un frío abrumador que le calaba hasta los huesos. Ni aquella capa de invierno que habría llevado en un principio evitaba que su cuerpo tiritara vibrante y que, de un momento a otro, el poco combustible le obligase a tambalearse sobre sus propios pasos.
Kaido, víctima del viento; con los labios resecos y partidos, cayó de rodillas al suelo y se arropó. No iba a llegar al otro extremo, en ese momento resultaba imposible.
«Y bueno. Bien podrías haberte dejado caer en las estalagmitas, sería una muerte mucho más rápida e indolora que la que te vas a comer ahora. Kaido, el pez que murió congelado. Já... quién lo habría pensado »
Entonces echó un vistazo, hacia el final del túnel. Todo se veía tan lejos...