14/08/2017, 18:39
(Última modificación: 14/08/2017, 21:24 por Amedama Daruu.)
Al cabo de un rato, Hibagon volvió. Tenía la sonrisa en el rostro de quien acaba de ser muy inteligente, claro, según uno mismo. Daruu miró temeroso al gorila cuando éste tomó asiento y le hizo despegar el culo y flotar en el aire dos segundos, antes de caer de nuevo por su propio peso sobre el suelo de piedra.
—Esto... Hibagon-san —dijo con cuidado.
—¿Sí, Señor Pelopincho-kun?
—Ese camino rápido del que hablaste... ¿de qué se trataba?
—Yo tirar Señor Azul por montaña. Así bajar rápido.
El corazón de Daruu bombeaba a toda velocidad. «Oh, no. Oh, dios mío. Ha tirado a Kaido por la cordillera. ¡Lo ha matado!»
—Tú tener cara susto. Tú tranquilo. Haber lago abajo. Señor Azul bien. Sólo un poco mareado.
Daruu tragó saliva, y rezó por que Kaido no hubiera aterrizado en otro punto, exactamente unos metros por delante, donde no había agua sino sólo la fría tierra. Se llevó las manos detrás de la cabeza y se tumbó, cerrando los ojos y cerrándose de cualquier forma a la realidad. «Ojalá sea cierto. Ojalá Kaido esté bien. Ojalá vuelva con los ingredientes, o moriré aquí dentro...»
No supo cuánto tiempo había pasado, pero Hibagon se puso de pie de golpe, atento a algo que parecía haber oído. Y con ello, hizo temblar toda la caverna, de modo que Daruu volvió a elevarse por los aires y a golpearse con la cabeza en el suelo.
—Ay, ay, ay... Hibagon-san, ¿es... es el Señor Azul?
—Ahora comprobar. Tú estar aquí. O yo buscar y...
—¿Pam pam en el coco?
—Tú caer bien. Sólo pam. Ahora volver, tú quieto.
Y se fue corriendo de nuevo por el túnel.
«No ha cerrado la entrada, claro que... Me ha dicho que le caigo bien. ¿Y ahora qué hago?», meditó unos instantes. «No. Seguro que antes de escapar me encuentra y... pam en el coco.»
«Además, probablemente obligaría a Kaido a quedarse en la cueva y prepararle la pizza. Y no confío que sepa hacerlo.»
Abajo, en la entrada de la cueva, Hibagon aterrizó con un sonoro PRRRRRRROM, sin hacerse ni un rasguño, pero derribando a Kaido. Se dio la vuelta y se señaló la espalda.
—Señor Azul coger cosas y agarrar fuerte a espalda. Viaje movidito.
—Esto... Hibagon-san —dijo con cuidado.
—¿Sí, Señor Pelopincho-kun?
—Ese camino rápido del que hablaste... ¿de qué se trataba?
—Yo tirar Señor Azul por montaña. Así bajar rápido.
El corazón de Daruu bombeaba a toda velocidad. «Oh, no. Oh, dios mío. Ha tirado a Kaido por la cordillera. ¡Lo ha matado!»
—Tú tener cara susto. Tú tranquilo. Haber lago abajo. Señor Azul bien. Sólo un poco mareado.
Daruu tragó saliva, y rezó por que Kaido no hubiera aterrizado en otro punto, exactamente unos metros por delante, donde no había agua sino sólo la fría tierra. Se llevó las manos detrás de la cabeza y se tumbó, cerrando los ojos y cerrándose de cualquier forma a la realidad. «Ojalá sea cierto. Ojalá Kaido esté bien. Ojalá vuelva con los ingredientes, o moriré aquí dentro...»
No supo cuánto tiempo había pasado, pero Hibagon se puso de pie de golpe, atento a algo que parecía haber oído. Y con ello, hizo temblar toda la caverna, de modo que Daruu volvió a elevarse por los aires y a golpearse con la cabeza en el suelo.
—Ay, ay, ay... Hibagon-san, ¿es... es el Señor Azul?
—Ahora comprobar. Tú estar aquí. O yo buscar y...
—¿Pam pam en el coco?
—Tú caer bien. Sólo pam. Ahora volver, tú quieto.
Y se fue corriendo de nuevo por el túnel.
«No ha cerrado la entrada, claro que... Me ha dicho que le caigo bien. ¿Y ahora qué hago?», meditó unos instantes. «No. Seguro que antes de escapar me encuentra y... pam en el coco.»
«Además, probablemente obligaría a Kaido a quedarse en la cueva y prepararle la pizza. Y no confío que sepa hacerlo.»
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Abajo, en la entrada de la cueva, Hibagon aterrizó con un sonoro PRRRRRRROM, sin hacerse ni un rasguño, pero derribando a Kaido. Se dio la vuelta y se señaló la espalda.
—Señor Azul coger cosas y agarrar fuerte a espalda. Viaje movidito.