14/08/2017, 19:10
(Última modificación: 14/08/2017, 19:17 por Umikiba Kaido.)
Su llamado habría llegado hasta el tope de la cordillera, aunque bien haría en preguntarse cómo haría el Yeti para escucharle a tanta distancia. Pero, como todo aquello venía siendo tan surrealista; ya todo le parecía posible.
Y así lo certificó cuando de los cielos cayó aquella mole blanquecina, retumbando el suelo y haciéndole tambalear al escualo. Hibagon-san le dio la espalda al escualo, se la señaló, y dijo:
—Señor Azul coger cosas y agarrar fuerte a espalda. Viaje movidito.
—No me digas...
Suspiró, e hizo lo propio. Ajustó cada bolsa entre sí y se amarró el último nudo a la muñeca. Luego, saltó sobre la espalda de Hibagon y se aguantó de su cogote, apretándole con todas sus fuerzas.
«¡Es un águila! no, es un cóndor. ¡No, es Hibagon-san y el tiburón!» —y de nuevo, el ritual. Cerró sus ojos, trancó sus fosas nasales y dejó que el rey de la Cordillera le llevase, de nuevo, hacia lo más alto de la montaña.
Al final de la Senda del Carámbano.
Y así lo certificó cuando de los cielos cayó aquella mole blanquecina, retumbando el suelo y haciéndole tambalear al escualo. Hibagon-san le dio la espalda al escualo, se la señaló, y dijo:
—Señor Azul coger cosas y agarrar fuerte a espalda. Viaje movidito.
—No me digas...
Suspiró, e hizo lo propio. Ajustó cada bolsa entre sí y se amarró el último nudo a la muñeca. Luego, saltó sobre la espalda de Hibagon y se aguantó de su cogote, apretándole con todas sus fuerzas.
«¡Es un águila! no, es un cóndor. ¡No, es Hibagon-san y el tiburón!» —y de nuevo, el ritual. Cerró sus ojos, trancó sus fosas nasales y dejó que el rey de la Cordillera le llevase, de nuevo, hacia lo más alto de la montaña.
Al final de la Senda del Carámbano.