14/08/2017, 22:00
—Calla, calla. Que nos va a oír y se va a pensar que lo dices en serio, igual se ilusiona y entonces sí que estamos jodidos.
—Mierda, cierto... mejor me callo, sí.
»Ahora deberíamos conseguir que pare de darle pam pam en el coco a la masa. Ya está suficientemente compacta. ¡Hibagon-san, no más pam pam! ¡¡NO MÁS PAM PAM!!
Hibagon se detuvo. Y cuando lo hizo, Daruu trató de explicarla el siguiente proceso: primero tendría que coger la masa, insertarla en el horno improvisado que Kaido no había visto hasta entonces, aplanarla como un disco, y dejarla ahí hasta que pudieran prender el fuego. El problema era que no tenían como.
Sin embargo, el que hubo sido alguna vez un samurai tenía un truco bajo la manga. Algo que habría aprendido durante su otra vida, antes de caer en la tentación de tocar aquel misterioso carámbano cargado de energía natural. Antes del incesante pelo blanco, antes de convertirse en una criatura mítica que gobernaba las altas cavernas de hielo del Valle de los Dojos; Hibagon había aprendido una técnica de Katon.
Y así pues, de su boca habría salido una pequeña llama, aunque suficiente para el cometido. Le leña cogió chispa y se envolvió en fuego, que empezaba a comer las primeras capas de madera.
—¿Y ahora?
—Y ahora echamos los ingredientes y el tomate, y a esperar.
Comandado por Daruu el chef, Kaido repartió los picadillos de ingredientes por su lado de la pizza, y luego se motivó a aguardar pacientemente a un lado de la cueva hasta que la masa estuviera lista. El delicioso olor no tardó en inundar el iglú, y Hibagon estuvo dispuesto a empezar a comer sin miramientos. Tanto que quiso despedir a los jóvenes genin, que ya no le eran de ninguna utilidad.
Daruu, sin embargo, quería probar su creación. Kaido también, desde luego, pero no iba a ganarse un Pam pam en el coco sólo por un mísero pedazo de pizza. El Yeti se lo pensó, no obstante, y argumentó que podrían coger sólo un pequeño trozo. Sino...
A regañadientes, Kaido cogió un pedazo pequeño, pero bien cargadito de jamón. Fue el primero en meterle un mordisco.
—¿A Hibagon gustarle pizza?
—Mierda, cierto... mejor me callo, sí.
»Ahora deberíamos conseguir que pare de darle pam pam en el coco a la masa. Ya está suficientemente compacta. ¡Hibagon-san, no más pam pam! ¡¡NO MÁS PAM PAM!!
Hibagon se detuvo. Y cuando lo hizo, Daruu trató de explicarla el siguiente proceso: primero tendría que coger la masa, insertarla en el horno improvisado que Kaido no había visto hasta entonces, aplanarla como un disco, y dejarla ahí hasta que pudieran prender el fuego. El problema era que no tenían como.
Sin embargo, el que hubo sido alguna vez un samurai tenía un truco bajo la manga. Algo que habría aprendido durante su otra vida, antes de caer en la tentación de tocar aquel misterioso carámbano cargado de energía natural. Antes del incesante pelo blanco, antes de convertirse en una criatura mítica que gobernaba las altas cavernas de hielo del Valle de los Dojos; Hibagon había aprendido una técnica de Katon.
Y así pues, de su boca habría salido una pequeña llama, aunque suficiente para el cometido. Le leña cogió chispa y se envolvió en fuego, que empezaba a comer las primeras capas de madera.
—¿Y ahora?
—Y ahora echamos los ingredientes y el tomate, y a esperar.
Comandado por Daruu el chef, Kaido repartió los picadillos de ingredientes por su lado de la pizza, y luego se motivó a aguardar pacientemente a un lado de la cueva hasta que la masa estuviera lista. El delicioso olor no tardó en inundar el iglú, y Hibagon estuvo dispuesto a empezar a comer sin miramientos. Tanto que quiso despedir a los jóvenes genin, que ya no le eran de ninguna utilidad.
Daruu, sin embargo, quería probar su creación. Kaido también, desde luego, pero no iba a ganarse un Pam pam en el coco sólo por un mísero pedazo de pizza. El Yeti se lo pensó, no obstante, y argumentó que podrían coger sólo un pequeño trozo. Sino...
A regañadientes, Kaido cogió un pedazo pequeño, pero bien cargadito de jamón. Fue el primero en meterle un mordisco.
—¿A Hibagon gustarle pizza?